Sin Palabras
Multimedia #3
Capítulo 1
Vecindario Ada Luz, Mes de Marzo.
—Aquí es Señora. —
Ya han llegado, el chofer parquea
el camión y empiezan a desmontar todo lo que tenían en nuestra vieja casa,
se han mudado ya que la escuela no quedaba muy cerca y la renta subía cada
vez más.
—Daniel avanza no te quedes ahí
parado, sé que no es fácil pero mientras más rápido comencemos, más rápido
acabara todo. —
Daniel quisiera que acabe ya mismo, no se
siente nada a gusto al tenerse que mudar dejando sus amigos, aunque ni muchos
tenía.
—Si mamá, lo siento—
Toma unas que otras cosas y se dirige
hacia la nueva casa. Su madre lo ve alejarse y piensa. *Cuanto ha crecido desde
que su padre se marchó a Estados Unidos, el parentesco es increíble, su cabello
negro rizado, sus ojos color miel, ya hasta me pasa en tamaño, mide unos 5.11,
cuanto extraño a su padre, desde que se fue nada ha sido lo mismo*.
Una vez que todo está dentro de la
casa, la Señora le paga al chofer y le da las gracias por el servicio. Ambos
entran en la casa, es algo acogedora, muy peculiar aunque necesita una limpieza
y unos cambios urgentes, al parecer hoy será una tarde agoradora. “¡Empieza la
limpieza! "
Unas horas después, ya está todo en
su lugar y el suelo esta reluciente. Están exhaustos, la madre lo observa y
dice:
—Cariño todo comienzo es difícil, pero
ya verás que pronto mejorará. —
—Eso espero mamá. —
—Antes de mudarnos llamé a la escuela
que está cerca y te apartaron un cupo, en unos días ya inician las clases,
harás nuevos amigos y tendrás la mente más distraída, será un buen comienzo
para nuevas oportunidades. —
*Con lo mal que se le da hacer amigos
no opina lo mismo*
Da un suspiro y finge una sonrisilla
—Voy a tomar una ducha y a acomodar
mis cosas. —
—No tardes mucho que ya está
anocheciendo y en unos minutos la cena estará lista. —
— ¡De acuerdo! — Y sube rápidamente
las escaleras.
Trata de relajarse mientras se ducha,
deja el agua caer sobre su cabeza. Sigue pensando que no debieron mudarse pero
debido a la circunstancia no había otra opción. Pero no imagina lo que le
espera en aquel nuevo vecindario.
A la mañana siguiente.
— ¡Dani!!! — Se escucha
un grito.
El chico despierta y observa el
reloj, son las 8:15AM
—Dani! — Se escucha nuevamente pero
esta vez más cerca de su habitación y finalmente ve el pomo de la puerta girar
y abre.
—Mamá te he dicho que toques antes de
entrar— Se anticipa a decir el chico.
—Ven a desayunar, saldremos a dar un
paseo para explorar la ciudad. —
— ¡Pero mamá es temprano aún!— Exclama
el chico.
—Debes irte acostumbrando, las clases
están a un paso de iniciar. —
La madre de Daniel sale de la
habitación y este se queda recostado unos minutos más. Se levanta, se mira en
el espejo del baño, está hecho un desastre por el agotador día de ayer, aún
conserva unas pocas ojeras, toma su cepillo de dientes, coloca la pasta aun
soñoliento, y empieza el cepillado, luego lava su cara y trata de acomodarse el
cabello.
Baja las escaleras y en la mesa está
su desayuno, un tazón de cereal con leche y un vaso de jugo de naranja, no le
apetece mucho pero no sabe a qué hora van a regresar a casa y no quiere tener
discusiones con su madre. La madre abre la puerta de su habitación y le indica
que vaya abriendo la cochera mientras ella termina de prepararse.
Una vez fuera, el chico siente un
clima agradable, no está muy frio ni muy caliente. Un breve viento resopla
contra su cara despeinando un poco su cabello, observa las casas de los
alrededores, casi todas son parecidas. Tampoco le agrada mucho el lugar pero
tendrá que hacerse a la idea.
—Vamos cariño— Dice su madre muy
contenta al salir de la casa.
El chico obedece y se sube al auto,
con el motor en marcha se dirigen hacia la ciudad.
Lo que Daniel no sabe es que desde
que salió de la casa hay alguien que lo ha estado observando.
Varios días después.
— ¡Daniel!!! — Se escucha una voz, —Rápido
o llegaras tarde a la escuela. —
El chico da un brinco y rápidamente
se ducha, se lava los dientes y se acomoda el cabello, se dirige hacia el
armario y toma lo primero que ve. Hoy vestirá unos jeans gastados, un suéter
gris y una chaqueta fina por si llega a bajar la temperatura, se cuelga la
mochila y sale a toda prisa, apenas le da tiempo a comerse un trozo de pan y a
darle un sorbo al jugo.
—Recuerda que la parada del autobús
está a 2 cuadras de aquí— le grita su madre. Es lo último que escucha al
dirigirse a toda prisa donde tomara el autobús.
Una vez allí se sienta impaciente y
observa la hora en su celular, faltan 10 minutos para que comience la docencia,
quizás iniciara algo más tarde por ser el primer día de docencia, piensa. Sus
dudas se le vienen encima y empieza a preguntarse si el autobús pasó antes y no
logro alcanzarlo pero todas sus dudas se van al momento que ve un autobús color
amarillo parquearse frente a él, sube al autobús y todos hacen de cuenta que no
lo ven y que nada ha pasado pero a Daniel no le importa mucho, ya está
acostumbrado.
Se sienta en el asiento del fondo,
observa una pareja que habla entretenidamente, luego un joven con unos
audífonos que cabecea al ritmo de la música y finalmente al chofer que trata de
sintonizar una emisora, lo consigue y suena; Today is gonna be a good day.
Aunque Daniel piensa todo lo contrario.
El autobús se detiene y el chofer
avisa con una pequeña sonrisa; — ¡Hemos llegado!—
1er día de escuela
El chico camina tranquilamente por la
entrada de la escuela, es amplia y ve como hay pequeños grupos reunidos, tres
chicas lo miran, ríen y comentan algo entre ellas, la verdad es que a Daniel le
han venido bien los 17, está más guapo y ya no parece un crio, también
aprovechó parte de su tiempo libre para ir a un gimnasio que le quedaba cerca
de casa, no se queja, aquellas sonrisas de las chicas le ha hecho sentir
conmoción, aunque nunca le han importado mucho las chicas, es por eso que nunca
ha tenido novia.
Sube las escaleras, llega a su aula y
nota que el profesor ya está dentro, —Tome asiento joven— comenta el profesor.
Este obedece y se acomoda al fondo del salón.
Lo primero que deben saber, comenta
el profesor mientras cierra la puerta tras entrar el último estudiante.
Nada de juegos este año, nada de
pleitos, nada de secretos y risas en clase, están cerca de entrar a la universidad,
lo que significa que ya no son tan críos como hace unos años, el profesor
continua con la charla. Pero hay alguien que ha quedado en el pensamiento desde
que un chico entro al salón, *No puede ser, es él y estamos en la misma clase,
¿el destino? Nah, ni siquiera cree en el destino*
— ¿Escuchó lo que acabo de decir
Señorita Díaz? — Pregunta una voz masculina.
La chica se sonroja y con mucha
vergüenza comenta, —Si profesor—, Verónica no es de las que se le va el tren
así por así, pero todos se han dado cuenta de que estaba en cualquier cosa
menos escuchando al profesor, esa es la razón por la cual todo el salón ríe,
ella avergonzada esconde su rostro en la mesa. Silencio, silencio, dice el
profesor, sin más que decir, empieza la clase.
La chica aún se pregunta cómo es
posible que haya pasado por semejante rollo, ¿Le estará dando demasiada
importancia a aquel asunto? No lo sabe, pero no tardara en descubrirlo.
Hace unos días a metros de distancia.
La alarma suena en aquella
habitación, le gusta acostumbrarse antes de empezar una nueva rutina y es que
las vacaciones le han hecho perder un poco el habito, se levanta de la cama, se
estira lo más que puede, se acerca a la ventana para respirar un poco de aire
fresco y ahí está, ve un chico que nunca había visto por allí, la chica no se
percató de que tenían nuevos vecinos porque ayer estuvo leyendo todo el día, le
encantan sus novelas, quisiera que ellas fueran su realidad, fija un poco más
la mirada y puede verle claramente, un chico de pelo rizado, es guapo, por lo
menos a esa distancia, piensa y se ríe de su propio chiste,
— ¡Verónica! — Se escucha una voz
femenina, —El desayuno está listo. —
—Ya voy mamá— Mira hacia sus nuevos
vecinos y ve como el coche se aleja.
Baja las escaleras y se sienta a la
mesa, juega con su cuchara y la leche, — ¿Por qué has tardado tanto hoy? —
—Por nada mamá solo han sido unos
minutos—, no va a decirle que se quedó mirando al nuevo vecino que no está nada
mal, se moriría de vergüenza.
Su madre la observa curiosa, —Escuché
que tenemos nuevos vecinos, — comenta.
—Sí, al parecer, espero que no causen
problemas como los demás, — comenta el Padre.
La chica no dice nada y continúa con
su desayuno.
Días después en esa misma casa.
La alarma la despierta, entra un
pequeño rayo de luz por su ventana, puede aspirar el olor a café que sube desde
la cocina, sonríe porque le vienen a la mente los recuerdos de un sueño que
tuvo anoche, el que ha tenido frecuentemente en los últimos meses;
*Se encuentra
en un castillo encerrada, cuando de repente todo empieza a incendiarse y a
través de la ventanilla. A lo lejos puede ver que alguien con una armadura se
dirige hacia aquel lugar, es su salvación, su única esperanza. Desenvaina su
espada y lucha contra los que azotan aquel lugar, al terminar la batalla, silva
y de los cielos desciende un unicornio el cual recibe instrucciones de su amo,
este va hacia la ventanilla y con aliento de hielo calma el fuego, busca a su
amo y lo eleva hacia donde está la princesa, con una patada rompe la ventanilla
y en un pestañar se encuentra con la princesa entre sus brazos, el caballero
lanza algo envuelto entre una especia de material mágico y al alejarse ese algo
destella. Y aquel lugar queda totalmente desaparecido, la princesa despierta en
un bosque hermoso, pero se pregunta dónde está, el caballero al ver que
despertó se acerca, se presenta y trata de explicarle lo sucedido, ambos se
miran unos segundos en silencio, el caballero se pone de pie y le dice bebe
mientras señala una fuente de agua, la princesa cede, se asoma hacia la fuente
bebe un poco y de pronto siente unas manos rodear su cintura, al voltear el
caballero no lleva el casco, es realmente guapo, cada vez están más cerca,
pueden sentir sus respiraciones y latidos que cada vez van más deprisa, y ahí
está un gran beso en los labios, el cual significa, gratitud, pasión, deseo y
amor*
La chica suspira, desearía que la
realidad fuera como sus sueños, para ella cosas así solo suceden en su
imaginación y los libros de hadas, piensa que leer tanto a Rapunzel se le está
subiendo a la cabeza. Mira su reloj, cielos se le ha hecho tardísimo, en pocos
minutos ya está duchada y cambiada, toma su mochila y baja rápidamente las
escaleras. Su padre a la mesa lee el periódico mientras que la madre disfruta
de una taza de café.
—Cariño siéntate a desayunar— Dice su
Padre mientras pasa a la siguiente hoja del periódico.
—No puedo ya se me ha hecho tarde—,
Claro si se quedó pensando en el sueño y no se percató de que los minutos
volaban.
—Tranquila yo te llevaré a la
escuela—.
La chica da un suspiro de alivio
mientras lleva aquella tostada hacia su boca, por eso Verónica no tenía ni idea
de que aquel chico fuera a asistir a su misma escuela, aunque era lógico pero
no se detuvo a pensarlo, si no se le hubiese hecho tarde por andar en sus
sueños y pensamientos hubieran coincidido en el autobús.
—Listo, ¿nos vamos? — pregunta el
Padre, la chica asiente y van de salida, su madre los despide moviendo la mano
de un lado a otro.
Capítulo
2
Suena la campana y todos se dirigen
hacia la cafetería, todos comen y él no sabe por dónde empezar, se ha sentado
en una mesa casi en el fondo. Se levanta por un refresco, la que está de turno
ha sido muy amable y ha alegrado un poco su mañana.
Llega a su mesa y nota que ya
no está solo, le rodean 3 chicos que según se comenta que solo se dedican a
hacerle la vida imposible a los nuevos. Daniel hace de cuenta que no están y
trata de enfocarse en su comida pero es imposible porque uno de los chicos ya
ha comenzado a ponerle sobrenombres y al chico no hacerle caso ha tratado de
captar su atención atentando contra su comida.
—Miren se ha puesto rojo el chico,
¿te has enfadado?— Comenta no con buenas intenciones.
Daniel no responde, trata de
ignorarlos, tal vez así logre que lo dejen en paz, pero su plan no funciona
cuando el chico dirige nuevamente la palabra.
—Muy listo el chico, nos ignora como
si fuéramos basura, creo que deberíamos enseñarle buenos modales. —
Aquello no pinta nada bueno para
Daniel, esos tres se les ve que han pasado por muchas, no les importaría pasar
por algunas más.
— ¿¡Me estas escuchando!?— Dice
furioso mientras sujeta a Daniel por el suéter inclinándolo un poco hacia
arriba.
—Si te escuche— dice Daniel para
evitar que aquello se ponga peor.
— ¿Qué dijiste? —
—Que si te he escuchado, ¡suéltame
ya!—
—Aquí el que da las órdenes soy yo—.
Las cosas se van apretando cada vez más, de pronto siente frio y calor al mismo
tiempo y Daniel no tiene idea de cómo salir de aquel rollo.
—Suéltalo ya Richard — se escucha
una voz femenina que se aproxima hacia ellos.
Los chicos ríen maliciosos y fijan su
mirada hacia la chica que de pronto se ha convertido en la luz al final del
túnel para Daniel. Este trata de acomodar sus ideas y recuperar la calma.
—Miren quien es, acaso ahora te
dedicas a cuidar a los nuevos…— este sonríe, guiñándole un ojo añade al final,
—¿Desde que terminamos?—
La chica no se lo puede creer, por un
momento se ha quedado en blanco, no puede creer que aquel chico haya dicho
tales cosas a la ligera y en una situación así, no cree que haya sido necesaria
esa parte. Quiere fastidiarla o quizás tratar de despertar algo al
mencionárselo, pero no va a darle el gusto de que se salga con la suya.
—Pues sí, a eso y a muchas cosas más.
— Responde rotundamente sin dar muchas vueltas al asunto.
—Así que me andarás pisando los
talones—, bueno al menos te tendré cerca, dice mientras extiende su mano y
trata de tocarle la mejilla, pero la chica retrocede antes de que logre su
objetivo.
Es un cretino, que se ha creído,
cuando lo conoció no pensó que podría convertirse en lo que hoy es o no sabía
realmente quien era, aunque a estas alturas esa información no le vale de nada.
— ¡Ya déjame en paz!, — la chica está
a punto de salirse de sus casillas.
—Tranquila nena, ya nos veremos…
“Verónica”, — comenta mientras se marcha.
La chica comenta algo entre dientes,
respira y se sienta a la mesa con aquel chico desconocido. Daniel esta
cabizbajo y es que a pesar de que fue su salvación, le da muchísima vergüenza
que haya sido una chica quien lo salvara de tremenda paliza, una chica la cual
ni siquiera conoce, trata de perderse, cerrar los ojos y que al abrirlos todo
haya sido un mal sueño, pero lo hace, al abrirlos vio que no dio resultado al
escuchar esa voz comentar algo, una voz más calmada, más dulce.
—Esos siempre se las pasan molestando
a todos, supongo que no es lo que esperabas para ser tu primer día—
—Ni lo digas, mi suerte por la vida
se esfumo hace mucho tiempo, es normal que me pase a mí—, comenta tras agregar;
¿Cómo sabes que es mi primer día? — acaso lo ha visto antes, se pregunta, no,
eso es imposible si se acaba de mudar solo hace unos días, ¿o no es imposible?
No lo sabe.
—Llevo años estudiando aquí, si no te
había visto es porque eres nuevo ¿No?, — comenta con una sonrisa divertida.
—Si tienes razón—, pero que estupidez
ha dicho, si era lógico pensarlo, en ese instante levanta la cabeza considera
que ocultarse ya no es una opción, al hacerlo se encuentra con esos hermosos
ojos celestes, no había visto unos parecidos, con ese brillo, con esa claridad,
el chico se pierde en su mirada.
La chica se da cuenta, rápidamente se
sonroja y ahora es ella quien agacha el rostro para que no dé cuenta que
aquello le ha producido cierto cosquilleo y se refleja claramente en su rostro.
Sí que es guapo dice la chica dentro de sí.
Levanta el rostro nuevamente tratando
de borrar aquella tonta cara rojiza que casi la delata, mientras continúan
hablando de tal manera que lo que ha ocurrido hace un rato, ni siquiera lo
recuerdan, aquello que comenzó siendo algo malo, sirvió para encaminarlos a
aquella agradable conversación.
—Uy perdona que mal educada—, suelta
ella de repente. Llevamos un buen rato hablando y ni siquiera me he presentado,
mi nombre es Verónica—, dice mientras extiende su mano para darle ahora un
saludo más formal.
—Mi nombre es Daniel mucho gusto, —
comenta el chico que también extiende la mano. Y en ese apretón los sorprende la campana, todos de regreso a clase, una conversación que no saben si se
repetirá, pero la cual han disfrutado mucho, tanto que el chico se ha olvidado
de su comida.
—Ya voy a clases, ¿vienes?— Pregunta
la chica algo tímida.
—Iré en unos minutos, no he probado
mi comida y no quiero mareos ni nada parecido, — comenta divertido el chico.
La chica sonríe y se dirige hacia el
salón, el chico toma unas papas y mientras la dirige hacia su boca piensa que
fue todo eso, nunca había conversado de esa forma tan agradable con una chica,
la verdad no recuerda haberlo hecho, no ha sido tan malo después de todo, pero
lo que dijo aquel chico le ha dejado cierta curiosidad, “termínanos” quiere
decir que hubo algo entre ellos, es extraño una chica como ella con un tipo
así, y yo que pensaba que el mundo era demasiado extraño. Me sorprende cada vez
más. Todo eso parece nuevo para Daniel, tendrá que andar con cuidado para no
tropezar de nuevo con esos tres.
En otro lugar de la escuela.
No puede ocultar la sonrisa en su
rostro, fue mejor de lo esperado. Hacía mucho que no se sentía así, espera no
haberse notado muy interesada. No quiere parecer una loca obsesionada o como
una niña lloriqueando por un helado. No sabe si volverá a repetirse, le agrada
aunque no sabe hasta qué punto. Tampoco tiene intenciones de hacerse ilusiones.
Demasiado tarde aquello está fuera de sus manos.
— ¡Hey Verónica, Verónica espérame!
Exclama una chica—, viene agitada al tratar de alcanzar a su amiga. La chica se
gira para estar segura de quien la ha llamado, aunque conoce esa voz a lo
lejos.
—Sí que vas de prisa, te estoy
siguiendo desde que ha sonado la campana— comenta la chica mientras se acomoda
en sus rodillas para recuperar fuerzas. No le vendrían mal unos ejercicios.
Pero por el momento tiene otras cosas en mente.
—Vamos no exageres, — comenta tras
darle una palmadita en la espalda a su amiga. Ambas caminan hacia el salón. No
comentan nada. Llegan al aula y su amiga suelta de repente:
— ¿¡Ya viste el nuevo!? ¡Está
buenísimo!— Exclama mostrando todo su entusiasmo.
— Si, estuvimos conversando un rato
en la cafetería, — comenta mostrándose desinteresada para que su amiga no se dé
cuenta, por el momento no sabe lo que siente. Tan solo han hablado unas pocas
cosas, aunque reconoce que lo ha disfrutado. No piensa hacérselo saber a su
amiga sin antes estar seguro y más conociendo a su amiga seguro que se burlaría
de ella por una buena temporada.
— ¿Y qué te ha dicho? ¿Tiene novia?—
Pregunta la chica muy curiosa.
— No hablamos de eso, además tienes
novio, no debería interesarte eso — comenta la chica tras unas carcajadas. La
pregunta de su amiga le ha causado mucha gracia. Luego le cuenta lo que ha
pasado en la cafetería.
—Tranquila nena, Max no tiene por qué
enterarse, — dice la chica guiñándole un ojo. Su amiga no se lo puede creer, el
primer día y esos tres ya lo tienen en la mira. Aún no comprendo cómo pudiste
salir con ese chico.
— Shhh no me lo recuerdes, — dice la
chica agachando un poco la cabeza.
— Pero tranquila, que este si esta
bueno— Haciendo referencia al nuevo. —Creo que deberías… pero sus palabras son
interrumpidas cuando la multitud entra al salón seguido del profesor.
— Shh silencio ya ve a tu sitio. —
— Espera que de aquí se tiene mejor
ángulo eh — Dice esta mientras sonríe. Sabe cómo hacer enfadar a su amiga.
— Vete ya Lucy, — dice mientras se
acomoda en su lugar. Ve su amiga alejarse. No entiende cómo puede hacer esos
comentarios teniendo novio. Aunque no lo comprende quiere a aquella chica. Ella
ha estado aun siempre que la ha necesitado. En la ruptura de su primera relación.
Cuando se quedaron encerradas en el armario. Aquel día que se enfermó y ella
pasó toda la noche con ella en el hospital. Se siente feliz de tener de amiga
aquella chica, aunque con los años ambas han cambiado en diferentes aspectos.
Lucy en su conducta y Verónica en lo físico y los comentarios de los chicos lo
confirman. No le agradan esos piropos ya que todos van con un doble sentido
pero no puede evitarlo. Tiene 16, 17 el mes próximo. Reconoce que la vida le ha
dado un buen regalo. ¿Pero es el regalo que realmente quiere?
Pasan las horas y algunos cabecean a
causa del cansancio. La campana suena y todos recuperan los ánimos para
regresar a sus casas.
— Vamos, — dice Lucy acercándose por
detrás.
Verónica termina de recoger sus cosas
y su amiga la acompaña hasta el autobús. Lucy vive cerca de la escuela, solo
camina unos minutos para llegar a casa. Sube al autobús y se pone algo nerviosa
al notar que el único asiento disponible es al lado del chico nuevo. Tampoco es
que no le agrade la idea de sentarse junto a él, es solo que cerca de él se
pone aún más nerviosa. La chica se siente y rápidamente se pone los
auriculares, play, cierra sus ojos olvidándose de su alrededor.
— Hey, oye, despierta. — El chico a
su lado la mueve suavemente tratando de despertarla. El chofer le ha indicado
que ella siempre se queda en esa parada. Al parecer el cansancio se le ha
venido encima y eso que el primer día es el más animado, ¿no? Abre los ojos
lentamente y se encuentra con el chico de frente, casi no puede respirar. El
joven se aparta al ver que la chica se despertó. Mira rápidamente a los lados y
comprueba que esa es su parada.
— ¿Una mala noche?, — pregunta el
joven mientras bajan del autobús.
— No, la verdad no sé qué me ha
pasado, escuchaba música y de repente te encuentro frente a mí. — Ops se le ha
escapado esa última frase y no puede ocultar sus nervios.
El chico sonríe, no dice nada. Él no
es el que suele iniciar conversaciones pero ya han conversado un buen rato en
la cafetería. No pensó que volvieran a encontrarse, por lo menos no volviendo
de clases. Pero allí están, caminan sin hacer ningún comentario. Ninguno sabe
que decir. El chico va relajado. La chica algo nerviosa. ¿Por qué le causa esos
nervios? ¿Por qué no puede controlarlos? Es solo un chico, uno más. Pero hay
algo diferente en él.
— No sabía que vivías por aquí,
suelta el chico de repente. —
— No lo preguntaste— dice la chica
sonriendo. Le cuenta donde vive y como es todo por allí. El joven escucha,
la observa atentamente sin perder detalle. Ella hace gestos con las manos
tratando de dramatizar lo que le cuenta.
Él no sabía dónde vivía la chica, en
cambio ella si sabía. Le había visto desde su ventana unos días atrás. Pero
prefiere omitir eso y no contarle nada.
Allí es, se aproximan hasta la
entrada de la casa de la chica. ¿Cuándo llevó a una chica a la entrada de su
casa? Según recuerda nunca. Pero lo que hace ahora, lo hace confiado, como si
estuviera familiarizado con lo que le rodea. Daniel no lo entiende. Se escucha
el ringtone de un móvil. La chica busca en su mochila, saca su móvil y
contesta.
— Hola—
— ¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Llegaste a tu
casa?, — se escucha al otro lado de la línea.
— Bien, casi. — Dice mirando de reojo
a quien la ha acompañado hasta su casa.
Después de unos minutos, cuelga. Lo
siento, era una amiga. Me ha invitado a comer pizza, dice que van algunos de la
escuela. El chico se queda en silencio, no sabe que decir, la chica tampoco
dice nada. Tras unos pocos segundos la chica dice:
— Puedes venir con nosotros, si
quieres. —
— Hm no lo sé, no me apetece comer
pizza con el cretino de esta mañana. —
— Estoy segura de que él no está
invitado, — dice la chica tras soltar una carcajada y reír por varios segundos.
— ¿Estas segura?—
— Que sí, hazme caso, además yo
estaré allí para cualquier cosa— dice la chica mientras trata de que su bicep
se eleve, y sin lograr su objetivo continúa con unas carcajadas.
El chico lo piensa, analiza si tiene
algo que hacer esa tarde. Al parecer tiene el camino libre y así podrá
relacionarse un poco más con las personas. No le apetece mucho pero quizás sea
buena idea y su madre se alegrara de que en su primer día ya vaya a salir con
“amigos” aunque totalmente desconocidos para él.
— Esta bien iré, responde sonriendo. —
— Bien, ¿a las 4:00PM?—
— Bien, dice el chico mientras se
marcha. — ¡Gracias por acompañarme! Grita la chica mientras que él le hace un
gesto de despedida con la mano. Ya han quedado, no está emocionado. Quizás
debió negarse. No ¿Por qué razón?, solo será comer pizza, unas que otras
charlas y ya. Todo irá bien. Se da ánimos mientras entra a su casa. Toma un
gran respiro inhala y mientras exhala suelta por última vez, todo irá bien.
Capítulo
3
A unos metros de distancia.
Recostada sobre su cama. Cierra y
abre los ojos. Trata de recordar todo lo que ha pasado en esa mañana. A pesar
de que se quedó dormida le parece que fue una mañana excelente, mejor de lo que
esperaba. Aunque no pierde las esperanzas de que el resto del día se ponga
mejor. Sabe que a las 4 lo volverá a ver. No sabe que harán o sobre que
conversaran solo sabe que lo verá y eso le basta. Pero no quiere dejarse
llevar, sufrió mucho cuando estuvo con Richard. Indudablemente a juzgar por la
primera impresión no se parecen en ningún sentido pero cuando conoció a Richard
el tampoco parecía lo que es hoy.
Unos meses atrás en ese mismo
vecindario.
Esta lista y algo ansiosa. Ha quedado
con Richard a las 7:00PM. La ha invitado a cenar y extrañamente sus padres no
se han negado. Observa su reloj que marca las 6:50PM.
— Hum porque no llega, — refunfuña. Lo sabe, han quedado a las 7, debe tener un poco de paciencia. Pero eso es imposible, es su primera cita y más con ese joven robusto y encantador que la ha invitado. Lo recuerda perfectamente.
Le tapa los ojos por detrás y
dice —adivina quién es. —
La chica menciona varios nombres sin
lograr dar en el blanco.
— Hum, me rindo, — contesta la chica
exhalando.
— No, esa no es una opción, — comenta
el chico tras unas pequeñas carcajadas.
— Vamos, por favor—
El chico quita sus manos. La chica
voltea y su sorpresa es aún mayor al darse cuenta de que el chico que tapaba
sus ojos es en el que no ha dejado de pensar en las últimas semanas. Pero eso
no es todo. Extiende su mano y frente a ella una flor roja que este le
obsequia. Se ha quedado boca abierta.
— Gra…Gracias, — dice la chica con el
poco aliento que le queda.
— Para ti, — dice el chico con una
sonrisa.
— Esta muy hermosa, — comenta
mientras observa la flor que le ha obsequiado.
— Una flor para otra flor, solo que
tú eres más hermosa, — dice mirándola fijamente.
No puede creer lo que está
escuchando. Todo eso de repente, en unos instantes. Muchas emociones al mismo
tiempo. Una situación en la que nunca antes había estado. Casi no sabe cómo
reaccionar. Y aun tratando de volver en si escucha unas últimas palabras que
llegan con el viento diciendo:
— ¿Te gustaría salir a cenar conmigo
está noche?—
Esta soñando, daría lo que fuera para
que alguien la pellizque en este instante. Aunque no quiere despertar, desearía
que ese momento y esas palabras duraran para siempre. Si hay algo perfecto,
para ella es lo que ha sucedido en esos pocos minutos.
— Al parecer todo fue muy rápido lo
siento, entiendo si no quieres. —
— No, ¡No! Lo siento, estaba pensando
algo. —
— Ah sí, dice el chico curioso, — ¿En
qué? —
La atrapo, ahora que le dice. No lo
sabe pero debe pensar en algo rápido.
— Que debo preguntarle a mis Padres
para ver si me dejan salir contigo. — Uff que astuta.
— Ah, bien no hay problema, comenta
el chico con una sonrisa. — Te dejo mi móvil y me llamas.
— De acuerdo. —
— Hasta luego. — Preciosa —
Se escucha el claxon de un coche.
Observa por la ventana, es Richard. Sale de casa, camina hacia el coche.
— Luces hermosa. — Comenta el chico
con sus ojos fijos en ella.
— Gracias. Dice la chica sonrojándose
y agachando un poco el rostro.
— ¿A dónde iremos?— Pregunta ya en el
coche.
— Ya lo verás. — Dice guiñándole un
ojo y sin dejar de sonreír.
A metros de distancia.
Toc toc. Están llamando a la puerta.
La madre de Daniel continúa en el trabajo por lo que le toca a él abrir. Mira
el reloj que marca las 4. Ya sabe quién lo espera detrás de su puerta. Abre la
puerta y allí están esos hermosos ojos celestes que lo saludan antes de que lo
hagan las palabras.
— Hola Daniel—
— Hola Verónica, sí que eres puntual.
—
— Bueno es que estoy tratando de
borrar el mito de que las mujeres tardamos mucho. —
— Hum a estas alturas ya no es un
mito. —
— ¿Ah no? ¿Entonces qué?— Pregunta la
chica perpleja.
— Es… una realidad. — Contesta el
chico mientras corre para que la chica no lo atrape.
— Ven aquí Daniel. No seas pesado. —
Dice la chica mientras trata de atraparlo.
El chico se acerca hacia ella
sonriendo para calmar un poco las ganas que tiene la chica de asesinarlo. Ambos
jadean tratando de recuperar aliento.
— Sí que estas fuera de forma. —
— Ni lo digas, aunque tú no te quedas
atrás. —
— ¿Qué dices? Solo estaba calentado. —
Dice la chica mientras frunce el ceño.
— Si, como digas. — Comenta seguido
de unas carcajadas.
Es hermoso verlo sonreír. Mientras
más tiempo pasas con él, es como si se convirtiera en alguien distinto. Como si
su alrededor, el viento, las nubes estuvieran alineados con él para darle ese
brillo especial.
— ¿Nos vamos?— Suelta el chico de
repente.
— Si, vamos antes de que se haga
tarde. —
Se miran, sonríen y toman el camino
hacia la pizzería. Caminan entretenidamente observando los alrededores. No
dicen mucho, solo una que otras cosas sobre lo que ven. Aun esta soleado pero
las nubes han comenzado a ponerse sobre el sol, será cuestión de tiempo para
que baje la temperatura. Para Daniel es nuevo todo lo que ve, cuando salió con
su madre no exploraron esas calles y no pensó que llegara a hacerlo con la que
va a su lado. Han pasado media hora desde que salieron. Daniel se está cansando
y no entiende que sucede. Verónica se ve algo tensa y tiene razones para
estarlo. No puede creer que se haya perdido el primer día que sale con ese
chico tan guapo, aunque en realidad no sea una cita. Saca un papel de su
bolsillo y confirma la dirección mientras observa algunos letreros a los
alrededores.
— ¿Sucede algo? —
Esas palabras penetran los nervios de
la chica que de repente siente el corazón helado.
— No, no, estamos cerca. — Esas
palabras no convencen al chico que se aproxima, toma el papel y la mira a los
ojos.
— Verónica dime que sucede — ¿Nos
perdimos?—
— Sí, eso creo. — Comenta la chica
escondiendo el rostro totalmente avergonzada.
— Tranquila, todo estará bien. — Dice
mientras la abraza y acaricia su espalda.
La chica recupera los ánimos y
continúan con su búsqueda del lugar. Recorren algunas calles, observan
letreros, preguntan a algunos de los que caminan por el lugar pero sin obtener
resultados. La chica ya no sabe qué hacer y ha perdido las esperanzas. El chico
descansa su espalda en una pared mientras apoya sus manos en sus rodillas. La
chica no sabe qué hacer, cree que Daniel debe estar pensando lo peor, y no solo
eso, si no lo peor de ella. La chica se acerca, se siente muy mal y lo menos
que puede hacer es ofrecerle unas disculpas.
— Oye Daniel. — Este la observa
inclinando su cabeza hacia arriba.
— Solo quería pedirte dis… —
Verónica. La interrumpe el chico— Si sé que lo hice mal y no debí hacerte pasar
por esto porque… — No, no, Verónica mira atrás de ti. Comenta señalando un
letrero que dice Pizzería Express.
La chica sonríe y siente un gran
alivio al ver que después de tanto, al fin han encontrado el lugar. Mientras
caminan hacia el lugar la chica piensa. Quizás así son las cosas, llegan cuando
dejas de buscarlas. Cuando piensas que ya no hay esperanza, la vida te
sorprende. Y al ver los resultados.
Mirando al chico que ahora
lleva aquella sonrisa que tanto le gusta ver piensa; Valió la pena.
Una vez dentro, la chica alza la
vista tratando de ubicar a su amiga. No es un lugar muy amplio, pero sí muy higiénico
y agradable.
— ¡Hey por aquí! — Se escucha una voz
que proviene de una de las mesas del lugar.
— ¡Hey Lucy! — Saluda la chica
mientras ambos se acercan hasta donde está la chica y alguien que le acompaña.
Después de saludarse, toman asiento.
Daniel está totalmente desconcertado, nunca había ido a aquel lugar y ha
empezado a ponerse un poco nervioso.
— Daniel esta es mi loca y mejor
amiga Lucy, y este es Max su novio. —
— Hola mucho gusto, soy Daniel. —
— Es un gusto conocerte Daniel, —
dice Lucy sin quitar la vista de él.
— Un placer conocerte, — concluye Max
mientras estrecha su mano.
Todos se observan por algunos
instantes, sonríen tratando de entrar en confianza. El ambiente se torna un
poco más relajado. En las bocinas de aquel lugar suena: Call me maybe - Carly Rae Jepsen. Es una canción que se ha puesto
muy de moda en esa zona. Los 4 a la mesa tratan de cantarla.
Hey I just met you
And this is crazy
But here's my number
So call me maybe
It's hard to look right at you baby
But here's my number
So call me maybe
And this is crazy
But here's my number
So call me maybe
It's hard to look right at you baby
But here's my number
So call me maybe
Todos ríen a carcajadas y se pierden
unas que otras miradas entre ellos.
— ¿Y dónde están los demás? — Suelta
de repente.
— Hum no lo sé, deben estar al
llegar. —
— ¡Que! ¿Vamos es una broma? Si ya
casi está anocheciendo. —
— No se Verónica. Ya sabes cómo son,
tal vez se perdieron. —
Esto provoca cierta vergüenza en la
chica quien busca la mirada de Daniel, este se da cuenta y sonríe.
— Tienes razón, debió ser eso. ¿Y
bien pedimos o qué? —
— Si pidamos. — Dice Max que está
muriendo de hambre.
Lucy levanta la mano haciendo seña al
camarero quien procede rápidamente a atenderles.
— ¿Qué desean chicos? —
— Queremos 2 pizzas grandes con jamón
y peperoni. —
— ¿Algo para tomar? — Pregunta el
camarero mientras anota la orden.
— Hmm que dicen chicos, ¿Soda? ¿Sangría?
O ¿Qué? —
— ¿Agua? — Dice Verónica levantando
la voz graciosamente. Ninguno puede resistir soltar carcajadas ante la
ocurrencia de la chica.
— Unas sangrías caerían bien. ¿Qué
dicen chicos? —
— Si me parece bien. — Comenta
Daniel. Realmente nunca ha probado la sangría, pero no quiere pasar por tonto o
aguafiestas.
Todos asienten, y el camarero se
aleja. Allí están, sentados a la mesa. Conversan, ríen, hacen unas que otras
bromas. Todo parece marchar bien, no es como esperaban. Ha ido mejor. Pero
debido a que está anocheciendo no faltara mucho para que deban marcharse.
El camarero se aproxima hacia ellos
con lo que han ordenado.
— He aquí dos pizzas grandes y 2
jarras de sangrías. — Los coloca en la mesa y se aleja.
— ¡A comer! — Dice Max con gran entusiasmo.
Daniel toma su sangría y mientras la
dirige hacia su boca. Los observa a cada uno, ríen, se divierten. Para el son
personas increíbles. Se pregunta ¿de esto se trata ser amigos? No lo sabe pero
se siente alegre y no es solo por los tragos de sangría que ya se le han ido a
la cabeza. Por primera vez en su vida no siente temor, no siente inseguridad. Como
si hubiese nacido para estar allí con ellos. Observa a Verónica y no puede
evitar sentirse agradecido por haberle invitado.
— Disculpen tengo que ir al baño, —
indica levantándose de su silla.
— Voy contigo, — dice Lucy.
Mientras caminan algunos ancianos se
les quedan mirando, sonríen sin un solo diente en sus encías y saludan.
— Que les pasa a estos, ¿Qué ya no se
les fue la edad? —
— No seas mala Lucy, — dice mientras sonríe
a carcajadas.
— Es la verdad, tuvieron su tiempo.
Con la edad que tienen ya no dan ni para u… — ¡Lucy! — La interrumpe su amiga
seguida de más carcajadas.
En el baño ambas retocan su
maquillaje. Aplican un poco de labial y se recogen un poco el pelo.
— ¿Y cómo va tu conquista? —
— ¿Qué? Si te refieres a Daniel, no
es mi conquista. — Observándola por el espejo de reojo.
— Ah no, pero si han venido juntos y
todo. Además ¿No has visto cómo te mira? —
— Creo que estas exagerando Lucy. —
— Veras que el tiempo me dará la razón
amiga, — comenta mientras le guiña el ojo.
Verónica suspira y comenta:
— Realmente las cosas han marchado
bien y no quisiera arruinarlas por pensar cosas que puede que no sean así,
Daniel es un gran chico y aún queda mucho que conocer sobre el ¿No crees? —
— Tal vez tengas razón pero si yo
fuera tú, no esperaría tanto tiempo, no vaya a ser que venga otra y te lo
quite. —
— ¡Lucy! — Exclama su amiga, —ni
siquiera he dicho que me gusta. —
— Ah no, entonces ¿porque te has
sonrojado al mencionarlo? —
— Eso no es cierto. — Claro que sí. —
¡Que no! — ¡Que sí! Lucy salpica con agua a su amiga, ahí tienes para que
calmes las ganas. Comenta tras unas carcajadas.
— ¡No! ¿Qué haces? ¡Eres increíble! —
Lo sé Nena, Lo sé.
— Ahh serás…. Concluye mientras se
arma una guerra de agua entre ellas.
Da un último mordisco a su pizza y
bebe un sorbo de sangría.
— ¿Y eres de por aquí? —
— Si, acabo de mudarme hace unos
días. —
— Ah ¿y qué tal el lugar? —
— Bien, es muy agradable. —
— Me imagino, me alegro de que Verónica
haya encontrado un chico como tú. Se ve que eres una persona genial. —
Esas palabras dejan perplejo a
Daniel. No esperaba escuchar algo así.
— Pe. Pero que dices. Verónica y yo
solo somos amigos. — Dice tratando de esquivar la mirada de Max.
— Ah lo siento, es que como llegaron
juntos y todo eso, pensé que, ya sabes. —
— Si todos los que llegaran aquí
juntos fueran pareja, como estaría este mundo. — Murmura Daniel casi inaudible.
— ¿Y tú de dónde eres? No te he visto
en la escuela, — comenta Daniel.
— No, no voy a la escuela. Trabajo
para ayudar a mi Padre y a mis hermanas. —
— Ah es que pensé que sí, porque Verónica
me dijo que eran personas de la escuela. —
— Así es amigo, unos hacen cosas que
otros no podemos. Y de la misma forma otros tienen cosas que los demás no
pueden tener. —
Daniel escucha atentamente las
palabras de Max. Pero la conversación llega a su final al momento que las
chicas se dirigen hacia la mesa.
— ¿Cómo van chicos? —
— Bien, solo charlábamos un rato. —
— Se ha hecho muy tarde, tenemos que
irnos. — Indica Verónica.
Todos se ponen de pie. Indican al
camarero que traiga la cuenta. Se dirigen hacia la salida mientras se despiden.
— Un placer, nos la pasamos muy bien.
— Comenta la pareja de novios.
— Nosotros también, espero volver a
vernos pronto. ¡Hasta luego! —
Y así termina una tarde llena de
emociones y recuerdos para todo el grupo. Los mejores momentos duran poco
piensa Daniel, pues aquella tarde ha pasado volando. Lo bueno es que se han
dado los números de móviles. Ha sido una tarde excelente, está feliz. Siente
que al fin encontró su lugar.
La luna alumbra aquella noche oscura.
La hora ha avanzado más de lo imaginado. A esa hora ya no hay autobús y no
tienen para costearse un taxi. Les tocará resistir el frio de la noche y el
peligro que asecha las calles. Sin pensarlo dos veces han cogido su rumbo a
casa. Solo esperan que al llegar no les echen una buena bronca.
El viento sopla y la chica frota sus
manos mientras las lleva cerca de su boca para calentarlas con el aliento. El
chico la observa, como le gustaría tener un abrigo para ofrecérselo. Según ve
el frio le afecta mucho más que a él. Decide empezar una conversación para así
tratar de distraerla del frio.
— Oye Verónica, ¿Hace cuánto tiempo
que vives en el vecindario? —
La chica desconcertada levanta el
rostro y mira hacia el chico. Ella no esperaba esa pregunta, ¿Qué no se le ocurrió
algo más inteligente? Bueno, tal vez no tiene experiencia en estas cosas. Hmm o
estaré empezando a pensar mal. Vamos Verónica deja de pensar estupideces,
seguro que solo tiene curiosidad.
— Aproximadamente 6 o 7 años, habían
pocas casas cuando llegamos. —
— Oh ¿Y vives con tus padres? ¿A que
se dedican? Perdón, pensaras que soy un preguntón, — comenta el chico
tímidamente.
— No, descuida. Si, vivo con mis
padres. Mi padre es médico y mi madre solo se encarga de la casa. Son un par
increíble, los amo mucho. Aunque a veces me hacen enfadar hasta el punto que
quisiera vivir sola. Frecuentemente vamos al parque juntos, cuando se lo
proponen me hacen la chica más feliz.
— Ops creo que me deje llevar y hable más
de la cuenta— Concluye diciendo la chica que ha notado que Daniel ha estado en
silencio durante unos minutos.
Está muy oscuro y apenas se ven pequeñas
cosas a causa de la poca luz de la luna que se filtra por los árboles que les
rodean. La chica dirige su mirada hacia Daniel y nota que unas lágrimas
descienden por su mejilla.
— ¿Da. Daniel qué te pasa? ¿Por qué
lloras? — Pregunta la chica perpleja, no comprende nada.
Pasan unos minutos, ninguno de los
dos dice nada. El chico suspira, y mientras seca sus lágrimas dice:
— A mí me hubiera gustado haber ido
alguna vez al parque con mi familia, mi padre, mi madre juntos como una
verdadera familia. —
— ¿Qué paso con tu Padre? No me digas
que… Realmente lo siento. —
— No, no es lo que piensas. Mi padre
se fue cuando yo era un niño. Se fue del país buscando mejores recursos para
nosotros, hasta entonces no ha regresado y solo llama unas pocas veces al mes.
Si me hubiesen dado a elegir, hubiera elegido tener menos y poder tenerlo a él.
Desde entonces hemos sido mi madre y yo, pasaba todas las noches pensando en
que quizás al día siguiente regresaría y estaría conmigo. Pero no fue así,
despertaba y me daba cuenta de que no había regresado. Hasta que abandone mis
esperanzas y me conforme con los pocos minutos que podíamos hablar por
teléfono. —
La chica tiene miles de pensamientos
en solo segundos, pero ninguna idea clara, no tiene palabras que puedan consolar
a Daniel. Nunca ha estado en una situación similar, quisiera ayudarlo pero no
sabe cómo, no quiere decir algo que pueda empeorar la situación.
— ¿Sabes qué? En días como este es
cuando más lo extraño. Él me decía: “— Hijo, por más lejos que este siempre
estaremos juntos, tal vez no físicamente pero cuando mires la luna, sabrás que
ambos estamos debajo de la misma y eso nos mantendrá unidos—.”
—Recuerdo que solté
el teléfono llorando mientras corría a encerrarme en mi habitación. —
La chica ya no puede más. Suspira y
se lanza a los brazos del chico que ahora tiene su rostro cubierto de lágrimas.
Lo aprieta con mucha fuerza tratando de servirle de apoyo ya que las palabras
no son su mejor aliado en ese momento. El chico corresponde al abrazo dejándose
caer sobre ella con sus manos en su espalda. El frio que azotaba la noche ha
desaparecido con el calor de aquel cálido abrazo. Daniel seca sus lágrimas
mientras se miran y sonríen. Ninguno de los dos se percató de que están justo
en frente de la casa de Verónica.
— Muchas gracias Verónica, en verdad
lo necesitaba. —
— Para eso son los amigos, — dice la
chica sonriendo. —Gracias por acompañarme hoy. —
— Ya lo dijiste, para eso son los
amigos, — comenta el chico más animado.
Se miran fijamente. La luna se
refleja en sus pupilas, sus mentes están en blanco y aquel momento lleno de
tensión. Ninguno de los dos sabe que pasa, solo saben que no quieren que aquel
momento acabe. Es el chico quien tímidamente dice:
— Bueno, nos veremos mañana en la
escuela. —
— Si, mañana nos veremos, hasta luego
y gracias. —
El chico voltea y se dirige hacia su
casa. La chica lo observa unos instantes, luego voltea y entra a su casa.
Daniel piensa uff que tonto, ¿pero que iba a hacer? ¿Quedarme ahí toda la
noche? El no entiende mucho de esas cosas. Solo sabe que ha sentido algo
especial, algo que no le había brindado nadie más. Apoyo incondicional, mira
hacia el cielo, da un gran suspiro y sonríe.
Capítulo
4
—Así que el nuevo ¿eh? —
—Sí, ¿y puedes creer que viva solo a
unos metros de Verónica? —
— ¿El destino? —
—Jajá no seas tonto. — Comenta la chica
tras unas carcajadas
— ¿Qué? Esta puede ser su oportunidad,
sabes lo mal que terminó su relación con Richard. ¿No crees que sea su luz al
final del túnel? —
La chica lo mira de reojo sin dar
mucho crédito a lo que dice, aunque quizás pueda llegar a tener razón. Prefiere
no pensar en eso. Pero ¿por qué no le agrada la idea? Lo sabe, muy dentro lo
sabe. No quiere levantar sospecha así que decide seguirle el juego.
—Tal vez. — Dice guiñándole el ojo. A
pesar de que su amiga le ha dicho que no tiene interés en el nuevo, hay algo
que resalta por encima de eso, algo que tendrá que averiguar y que no tardará
mucho en hacerlo.
La pareja conversa sobre como la han
pasado esa tarde al momento que se dirigen hacia sus casas. Han decido caminar
para tener algo así como un paseo romántico. Y es que la verdad no recuerdan
cuando fue la última vez que compartieron una noche bajo la luna. Las cosas han
cambiado para ambos en esos últimos meses.
El chico toma la mano de quien va a
su lado, la cubre con ambas manos y exhala sobre ella al tiempo que nota que su
mano esta helada. La chica esboza una sonrisilla, es una de las pocas en meses.
El chico la mira y piensa ¿Cómo es posible que todo se le haya ido de las
manos? Sabe que todo empezó a marchar mal cuando los problemas en casa fueron
aumentando, cuando tuvo que tomar decisiones y abrirse paso como pudo. Sin
quererlo descuido lo que es lo más importante para él y por mucho que trate ni
él ni su relación con la chica que quiere están cerca de ser lo que era.
— ¡Mira! Ya han inaugurado el nuevo
parque — Exclama la chica señalando hacia donde está ubicado.
— Si te apetece, vamos — Comenta el
chico sonriendo. No lo hace frecuentemente pero con ella casi no lo puede
resistir.
Ambos se dirigen hacia el nuevo
parque ubicado a unas cuadras de la casa de chica.
— ¡Wow! —
— Sí que te sorprende —
— ¿Qué a ti no? — Comenta la chica
tras observar de cerca todo lo que allí se encuentra. Es un parque realmente
hermoso. Hay faros de luces a los alrededores, bancos, juegos para niños. La
chica se acerca a la fuente para verla con lujos y detalles, cada cosa que ve
la sorprende aún más.
Mientras la chica sigue en su deleite
el chico se acerca con 2 vasos de chocolate caliente. — ¡¿Qué?! ¡Hasta
chocolate! —
— Sí, lo vende una señora que está
casi a la salida del parque — Comenta el chico tras una sonrisa.
La chica le da las gracias y ambos se
sientan en uno de los bancos. La pareja no dice nada durante unos minutos. Es
el chico quien rompe el silencio y dice:
—Oye, quiero que sepas que… — Está lo
interrumpe —Ya sé lo que vas a decir —. El chico esta perplejo, no se esperaba
eso y menos el semblante tan distinto de la chica, nada parecido al de hace unos
minutos.
—Sé que dirás que quisieras que las
cosas fueran diferentes —
—Y sí, eso quiero. Quiero que todo esté
bien entre nosotros —
—Ay por favor, estamos como estamos
porque así lo quisiste tu—
— ¿Pero qué dices?, ¡Sabes que todo
lo que sucedió estaba fuera de mis manos! —
— ¡Entiende de una vez que nadie
cambia porque sí!—
Ambos se están alterando y la tensión
ha invadido el lugar. Saben que si continúan pueden llegar a herirse y empeorar
la situación más de lo que ya está. Deben calmarse pero en ese momento la chica
solo siente rabia por todo lo que tuvo que aguantar esos primeros meses de tal
drástico cambio. En cambio el chico siente una gran impotencia al no poder hacer
nada para cambiar lo ocurrido.
Se miran con lágrimas en los ojos.
Unas de tristeza, otras de rabia. Tratan de no comunicarse con palabras porque
en ese momento ninguno puede pensar claramente. El chico hace caso a su corazón
porque considera que es la única forma de hacerle sentir lo que él siente. Rosa
sus mejillas al momento que seca sus lágrimas, se inclina hacia ella y ahí está
un beso en los labios bajo la luz de la luna al tiempo que se escucha una suave
melodía de un señor bajito con sombrero que toca la guitarra.
—Max…—
—Te quiero Lucy, te sigo queriendo
como el primer día—
Una noche que será inolvidable para
ambos, una noche de las muchas que han de venir, donde el chico sabe que siente
amor. Sin embargo ella ya realmente no sabe lo que siente.
A
metros de distancia
Abre y cierra los ojos tratando de
conciliar el sueño pero le es imposible. Cuando llegó solo hubo unas pocas
palabras entre su madre y él. A penas dio un mordisco a su cena. Pero ¿Qué lo
inquieta? Lo sabe, sabe que quizás no fue lo mejor desbordarse así sobre
alguien a quien tan solo acaba de conocer. Se levanta de la cama y se dirige al
cuarto de baño. Se moja la cara y se mira frente al espejo y señalando su
reflejo dice:
— ¡Eres un tonto! —
De repente se escucha un ruido en la
ventana. Como si alguien arrojara una piedra. El chico se aproxima rápidamente
hacia la venta y no puede creer lo que sus ojos ven.
— ¡¿Qué haces aquí?! —Exclama el
chico. Que no comprende nada de lo que está viendo.
—Espera— Dice la chica con una
sonrisa curiosa.
La chica se acerca y sin muchos
problemas realiza unas maniobras y ya está en la ventana del chico.
—No mencionaste que trepabas —Comenta
curioso el chico.
—Hay muchas cosas que no mencione
—Comenta divertida la chica. La cual parece más confiada de lo normal. —¿Abres
o qué? —
—Ah sí, lo siento —El chico abre la
ventana que separa su cuarto del pequeño balcón. Ambos se sientan y es el chico
quien aún perplejo por todo aquello procede a preguntar:
— ¿Y bien, me vas a decir qué se debe
tu visita nocturna a las 1AM? —Pregunta el chico acomodando su cabeza sobre la
verja.
La chica lo observa divertida. Lo
nota tenso y presiente que algo le ha estado dando vueltas en su cabeza.
¿Tendrá que ver con ella?
—La verdad es que no podía dormir. Y
por lo que veo tú tampoco. —
Si le dice que tampoco podía dormir
posiblemente pregunte el por qué y la verdad que no podría decirle todo lo que
ha estado pensando, ella no se lo tomaría para nada bien. Así que prefiere
tratar de evadir el tema.
—Que dices, si me desperté por el
ruido en la ventana—Miente. —Si descubren tus padres que no estás, sí que te
echan una buena bronca. —
Su respuesta no convence para nada a
la chica. Ella vio cuando él encendió la luz del baño. Pero tampoco piensa
darle más larga a ese asunto. Sabe que eso no la llevará a ningún lado.
—No creo que lo descubran. No es la
primera vez—Comenta la chica pensativa.
Y es que en el tiempo que estuvo con
Richard se salió totalmente de sus cabales.
La chica se anima a contarle como
empezó esa vida nocturna que ella frecuenta de vez en cuando. Aunque no
pretende contarle todos los detalles. La chica le cuenta toda aquella travesía
con gestos incluidos mientras que el chico escucha atentamente la gran hazaña
que para él es una locura total.
—Yo no creo que me atrevería a algo
así. —Comenta el chico algo más relajado.
—Yo tampoco creí atreverme. —Dice la
chica con una sonrisa.
Ninguno dice nada por unos instantes.
Ambos contemplan el cielo estrellado. Cuando de repente ven que una luz cruza
rápidamente y desaparece.
— ¿Crees que si pides un deseo a una
estrella fugaz pueda llegar a cumplirse? —
El chico había escuchado algunas
cosas sobre estrellas fugaces pero nunca se había detenido a pensar en si
podría llegar a ser cierto o no.
—Pues según lo que dicen si —
—Vamos, ¿crees o no? —
—Es que no lo sé. ¿Tú Si? —
—Sí—
—Oh, ¿Y qué deseo pedirías? —
La chica lo observa con una sonrisa
en los labios y una mirada penetrante. Se acerca un poco y nota como el calor
de momento va aumentando. El chico esta tan nervioso que apenas puede respirar.
A diferencia de la chica quién parece haber seguido el consejo de su amiga.
Están tan cerca que pueden sentir sus respiraciones. Y justo en ese momento.
*Beep beep* Un mensaje acaba de llegar al celular del chico. Verónica resopla
mientras Daniel confirma de quien es el mensaje.
“Amigo, realmente necesito alguien
con quien hablar. Vente a mi casa mañana. Más abajo te dejo la dirección. Att:
Max”.
Necesita algo que la aleje un poco de la realidad, se aproxima a su mesa y alcanza aquella tarjeta de hace un tiempo que dice “Bar & Lounge Eclipse”. De un brinco ya está lista, se maquillo para la ocasión. Luce una falda corta rojo vino, blusa negra y botas altas. Quiere sentirse libre pero sin dejar el glamour. Da un último retoque a su labial rojo y se pone en marcha.
Capítulo
5
Camina de un lado a otro, recapitula
cada escena de lo que ha sucedido esa noche. No está segura de nada, actuó por
impulso y ahora duda. ¡No! Se dice a sí misma, fue lo mejor, sabes que fue lo
mejor se repite una y otra vez.
Se recuesta sobre su cama, toma el
celular y entre su lista de canciones presiona “Aleatorio” buscando alguna que
la calme, tras varios minutos empieza a desesperarse momento seguido presiona
“Pausa”. No conecta con la música, siente que necesita silencio pero al mismo
tiempo ruido.
Va a contactos y busca a esa persona
que siempre ha estado con ella, con la cuál sabe que puede contar, en quien está
puesta su confianza. “Llamando a Verónica” *Ring, ring*.
Tras varios intentos nadie responde
del otro lado de la línea. Se siente sola totalmente. No tiene idea de donde
habrá podido meterse su amiga, quizás duerma. Reflexiona.
Necesita algo que la aleje un poco de la realidad, se aproxima a su mesa y alcanza aquella tarjeta de hace un tiempo que dice “Bar & Lounge Eclipse”. De un brinco ya está lista, se maquillo para la ocasión. Luce una falda corta rojo vino, blusa negra y botas altas. Quiere sentirse libre pero sin dejar el glamour. Da un último retoque a su labial rojo y se pone en marcha.
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