jueves, 9 de octubre de 2014

Sin Palabras


Trailer & Multimedia #1

Multimedia #2
Multimedia #3



Capítulo 1


Vecindario Ada Luz, Mes de Marzo.

—Aquí es Señora. —

Ya han llegado, el chofer parquea el camión y empiezan a desmontar todo lo que tenían en nuestra vieja casa, se han mudado ya que la escuela no quedaba muy cerca y la renta subía cada vez más.

—Daniel avanza no te quedes ahí parado, sé que no es fácil pero mientras más rápido comencemos, más rápido acabara todo. —

Daniel quisiera que acabe ya mismo, no se siente nada a gusto al tenerse que mudar dejando sus amigos, aunque ni muchos tenía.

—Si mamá, lo siento—

Toma unas que otras cosas y se dirige hacia la nueva casa. Su madre lo ve alejarse y piensa. *Cuanto ha crecido desde que su padre se marchó a Estados Unidos, el parentesco es increíble, su cabello negro rizado, sus ojos color miel, ya hasta me pasa en tamaño, mide unos 5.11, cuanto extraño a su padre, desde que se fue nada ha sido lo mismo*.

Una vez que todo está dentro de la casa, la Señora le paga al chofer y le da las gracias por el servicio. Ambos entran en la casa, es algo acogedora, muy peculiar aunque necesita una limpieza y unos cambios urgentes, al parecer hoy será una tarde agoradora. “¡Empieza la limpieza! "

Unas horas después, ya está todo en su lugar y el suelo esta reluciente. Están exhaustos, la madre lo observa y dice:

—Cariño todo comienzo es difícil, pero ya verás que pronto mejorará. —

—Eso espero mamá. —

—Antes de mudarnos llamé a la escuela que está cerca y te apartaron un cupo, en unos días ya inician las clases, harás nuevos amigos y tendrás la mente más distraída, será un buen comienzo para nuevas oportunidades. —

*Con lo mal que se le da hacer amigos no opina lo mismo*
Da un suspiro y finge una sonrisilla

—Voy a tomar una ducha y a acomodar mis cosas. —

—No tardes mucho que ya está anocheciendo y en unos minutos la cena estará lista. —

— ¡De acuerdo! — Y sube rápidamente las escaleras.

Trata de relajarse mientras se ducha, deja el agua caer sobre su cabeza. Sigue pensando que no debieron mudarse pero debido a la circunstancia no había otra opción. Pero no imagina lo que le espera en aquel nuevo vecindario.

A la mañana siguiente.

—   ¡Dani!!! — Se escucha un grito.

El chico despierta y observa el reloj, son las 8:15AM

—Dani! — Se escucha nuevamente pero esta vez más cerca de su habitación y finalmente ve el pomo de la puerta girar y abre.

—Mamá te he dicho que toques antes de entrar— Se anticipa a decir el chico.

—Ven a desayunar, saldremos a dar un paseo para explorar la ciudad. —

— ¡Pero mamá es temprano aún!— Exclama el chico.

—Debes irte acostumbrando, las clases están a un paso de iniciar. —

La madre de Daniel sale de la habitación y este se queda recostado unos minutos más. Se levanta, se mira en el espejo del baño, está hecho un desastre por el agotador día de ayer, aún conserva unas pocas ojeras, toma su cepillo de dientes, coloca la pasta aun soñoliento, y empieza el cepillado, luego lava su cara y trata de acomodarse el cabello.

Baja las escaleras y en la mesa está su desayuno, un tazón de cereal con leche y un vaso de jugo de naranja, no le apetece mucho pero no sabe a qué hora van a regresar a casa y no quiere tener discusiones con su madre. La madre abre la puerta de su habitación y le indica que vaya abriendo la cochera mientras ella termina de prepararse.

Una vez fuera, el chico siente un clima agradable, no está muy frio ni muy caliente. Un breve viento resopla contra su cara despeinando un poco su cabello, observa las casas de los alrededores, casi todas son parecidas. Tampoco le agrada mucho el lugar pero tendrá que hacerse a la idea.

—Vamos cariño— Dice su madre muy contenta al salir de la casa.

El chico obedece y se sube al auto, con el motor en marcha se dirigen hacia la ciudad.

Lo que Daniel no sabe es que desde que salió de la casa hay alguien que lo ha estado observando.

Varios días después.

— ¡Daniel!!! — Se escucha una voz, —Rápido o llegaras tarde a la escuela. —

El chico da un brinco y rápidamente se ducha, se lava los dientes y se acomoda el cabello, se dirige hacia el armario y toma lo primero que ve. Hoy vestirá unos jeans gastados, un suéter gris y una chaqueta fina por si llega a bajar la temperatura, se cuelga la mochila y sale a toda prisa, apenas le da tiempo a comerse un trozo de pan y a darle un sorbo al jugo.

—Recuerda que la parada del autobús está a 2 cuadras de aquí— le grita su madre. Es lo último que escucha al dirigirse a toda prisa donde tomara el autobús.

Una vez allí se sienta impaciente y observa la hora en su celular, faltan 10 minutos para que comience la docencia, quizás iniciara algo más tarde por ser el primer día de docencia, piensa. Sus dudas se le vienen encima y empieza a preguntarse si el autobús pasó antes y no logro alcanzarlo pero todas sus dudas se van al momento que ve un autobús color amarillo parquearse frente a él, sube al autobús y todos hacen de cuenta que no lo ven y que nada ha pasado pero a Daniel no le importa mucho, ya está acostumbrado.

Se sienta en el asiento del fondo, observa una pareja que habla entretenidamente, luego un joven con unos audífonos que cabecea al ritmo de la música y finalmente al chofer que trata de sintonizar una emisora, lo consigue y suena; Today is gonna be a good day. Aunque Daniel piensa todo lo contrario.

El autobús se detiene y el chofer avisa con una pequeña sonrisa; — ¡Hemos llegado!—

1er día de escuela

El chico camina tranquilamente por la entrada de la escuela, es amplia y ve como hay pequeños grupos reunidos, tres chicas lo miran, ríen y comentan algo entre ellas, la verdad es que a Daniel le han venido bien los 17, está más guapo y ya no parece un crio, también aprovechó parte de su tiempo libre para ir a un gimnasio que le quedaba cerca de casa, no se queja, aquellas sonrisas de las chicas le ha hecho sentir conmoción, aunque nunca le han importado mucho las chicas, es por eso que nunca ha tenido novia.

Sube las escaleras, llega a su aula y nota que el profesor ya está dentro, —Tome asiento joven— comenta el profesor. Este obedece y se acomoda al fondo del salón.

Lo primero que deben saber, comenta el profesor mientras cierra la puerta tras entrar el último estudiante.

Nada de juegos este año, nada de pleitos, nada de secretos y risas en clase, están cerca de entrar a la universidad, lo que significa que ya no son tan críos como hace unos años, el profesor continua con la charla. Pero hay alguien que ha quedado en el pensamiento desde que un chico entro al salón, *No puede ser, es él y estamos en la misma clase, ¿el destino? Nah, ni siquiera cree en el destino*

— ¿Escuchó lo que acabo de decir Señorita Díaz? — Pregunta una voz masculina.

La chica se sonroja y con mucha vergüenza comenta, —Si profesor—, Verónica no es de las que se le va el tren así por así, pero todos se han dado cuenta de que estaba en cualquier cosa menos escuchando al profesor, esa es la razón por la cual todo el salón ríe, ella avergonzada esconde su rostro en la mesa. Silencio, silencio, dice el profesor, sin más que decir, empieza la clase.

La chica aún se pregunta cómo es posible que haya pasado por semejante rollo, ¿Le estará dando demasiada importancia a aquel asunto? No lo sabe, pero no tardara en descubrirlo.

Hace unos días a metros de distancia.

La alarma suena en aquella habitación, le gusta acostumbrarse antes de empezar una nueva rutina y es que las vacaciones le han hecho perder un poco el habito, se levanta de la cama, se estira lo más que puede, se acerca a la ventana para respirar un poco de aire fresco y ahí está, ve un chico que nunca había visto por allí, la chica no se percató de que tenían nuevos vecinos porque ayer estuvo leyendo todo el día, le encantan sus novelas, quisiera que ellas fueran su realidad, fija un poco más la mirada y puede verle claramente, un chico de pelo rizado, es guapo, por lo menos a esa distancia, piensa y se ríe de su propio chiste,

— ¡Verónica! — Se escucha una voz femenina, —El desayuno está listo. —

—Ya voy mamá— Mira hacia sus nuevos vecinos y ve como el coche se aleja.

Baja las escaleras y se sienta a la mesa, juega con su cuchara y la leche, — ¿Por qué has tardado tanto hoy? —

—Por nada mamá solo han sido unos minutos—, no va a decirle que se quedó mirando al nuevo vecino que no está nada mal, se moriría de vergüenza.

Su madre la observa curiosa, —Escuché que tenemos nuevos vecinos, — comenta.

—Sí, al parecer, espero que no causen problemas como los demás, — comenta el Padre.

La chica no dice nada y continúa con su desayuno.

Días después en esa misma casa.

La alarma la despierta, entra un pequeño rayo de luz por su ventana, puede aspirar el olor a café que sube desde la cocina, sonríe porque le vienen a la mente los recuerdos de un sueño que tuvo anoche, el que ha tenido frecuentemente en los últimos meses; 

*Se encuentra en un castillo encerrada, cuando de repente todo empieza a incendiarse y a través de la ventanilla. A lo lejos puede ver que alguien con una armadura se dirige hacia aquel lugar, es su salvación, su única esperanza. Desenvaina su espada y lucha contra los que azotan aquel lugar, al terminar la batalla, silva y de los cielos desciende un unicornio el cual recibe instrucciones de su amo, este va hacia la ventanilla y con aliento de hielo calma el fuego, busca a su amo y lo eleva hacia donde está la princesa, con una patada rompe la ventanilla y en un pestañar se encuentra con la princesa entre sus brazos, el caballero lanza algo envuelto entre una especia de material mágico y al alejarse ese algo destella. Y aquel lugar queda totalmente desaparecido, la princesa despierta en un bosque hermoso, pero se pregunta dónde está, el caballero al ver que despertó se acerca, se presenta y trata de explicarle lo sucedido, ambos se miran unos segundos en silencio, el caballero se pone de pie y le dice bebe mientras señala una fuente de agua, la princesa cede, se asoma hacia la fuente bebe un poco y de pronto siente unas manos rodear su cintura, al voltear el caballero no lleva el casco, es realmente guapo, cada vez están más cerca, pueden sentir sus respiraciones y latidos que cada vez van más deprisa, y ahí está un gran beso en los labios, el cual significa, gratitud, pasión, deseo y amor*

La chica suspira, desearía que la realidad fuera como sus sueños, para ella cosas así solo suceden en su imaginación y los libros de hadas, piensa que leer tanto a Rapunzel se le está subiendo a la cabeza. Mira su reloj, cielos se le ha hecho tardísimo, en pocos minutos ya está duchada y cambiada, toma su mochila y baja rápidamente las escaleras. Su padre a la mesa lee el periódico mientras que la madre disfruta de una taza de café.

—Cariño siéntate a desayunar— Dice su Padre mientras pasa a la siguiente hoja del periódico.

—No puedo ya se me ha hecho tarde—, Claro si se quedó pensando en el sueño y no se percató de que los minutos volaban.

—Tranquila yo te llevaré a la escuela—.

La chica da un suspiro de alivio mientras lleva aquella tostada hacia su boca, por eso Verónica no tenía ni idea de que aquel chico fuera a asistir a su misma escuela, aunque era lógico pero no se detuvo a pensarlo, si no se le hubiese hecho tarde por andar en sus sueños y pensamientos hubieran coincidido en el autobús.

—Listo, ¿nos vamos? — pregunta el Padre, la chica asiente y van de salida, su madre los despide moviendo la mano de un lado a otro.


Capítulo 2

Suena la campana y todos se dirigen hacia la cafetería, todos comen y él no sabe por dónde empezar, se ha sentado en una mesa casi en el fondo. Se levanta por un refresco, la que está de turno ha sido muy amable y ha alegrado un poco su mañana. 
Llega a su mesa y nota que ya no está solo, le rodean 3 chicos que según se comenta que solo se dedican a hacerle la vida imposible a los nuevos. Daniel hace de cuenta que no están y trata de enfocarse en su comida pero es imposible porque uno de los chicos ya ha comenzado a ponerle sobrenombres y al chico no hacerle caso ha tratado de captar su atención atentando contra su comida.

—Miren se ha puesto rojo el chico, ¿te has enfadado?— Comenta no con buenas intenciones.

Daniel no responde, trata de ignorarlos, tal vez así logre que lo dejen en paz, pero su plan no funciona cuando el chico dirige nuevamente la palabra.

—Muy listo el chico, nos ignora como si fuéramos basura, creo que deberíamos enseñarle buenos modales. —

Aquello no pinta nada bueno para Daniel, esos tres se les ve que han pasado por muchas, no les importaría pasar por algunas más.

— ¿¡Me estas escuchando!?— Dice furioso mientras sujeta a Daniel por el suéter inclinándolo un poco hacia arriba.

—Si te escuche— dice Daniel para evitar que aquello se ponga peor.

— ¿Qué dijiste? —

—Que si te he escuchado, ¡suéltame ya!—

—Aquí el que da las órdenes soy yo—. Las cosas se van apretando cada vez más, de pronto siente frio y calor al mismo tiempo y Daniel no tiene idea de cómo salir de aquel rollo.

—Suéltalo ya Richard — se escucha una voz femenina que se aproxima hacia ellos.

Los chicos ríen maliciosos y fijan su mirada hacia la chica que de pronto se ha convertido en la luz al final del túnel para Daniel. Este trata de acomodar sus ideas y recuperar la calma.

—Miren quien es, acaso ahora te dedicas a cuidar a los nuevos…— este sonríe, guiñándole un ojo añade al final, —¿Desde que terminamos?—

La chica no se lo puede creer, por un momento se ha quedado en blanco, no puede creer que aquel chico haya dicho tales cosas a la ligera y en una situación así, no cree que haya sido necesaria esa parte. Quiere fastidiarla o quizás tratar de despertar algo al mencionárselo, pero no va a darle el gusto de que se salga con la suya.

—Pues sí, a eso y a muchas cosas más. — Responde rotundamente sin dar muchas vueltas al asunto.

—Así que me andarás pisando los talones—, bueno al menos te tendré cerca, dice mientras extiende su mano y trata de tocarle la mejilla, pero la chica retrocede antes de que logre su objetivo.

Es un cretino, que se ha creído, cuando lo conoció no pensó que podría convertirse en lo que hoy es o no sabía realmente quien era, aunque a estas alturas esa información no le vale de nada.

— ¡Ya déjame en paz!, — la chica está a punto de salirse de sus casillas.

—Tranquila nena, ya nos veremos… “Verónica”, — comenta mientras se marcha.

La chica comenta algo entre dientes, respira y se sienta a la mesa con aquel chico desconocido. Daniel esta cabizbajo y es que a pesar de que fue su salvación, le da muchísima vergüenza que haya sido una chica quien lo salvara de tremenda paliza, una chica la cual ni siquiera conoce, trata de perderse, cerrar los ojos y que al abrirlos todo haya sido un mal sueño, pero lo hace, al abrirlos vio que no dio resultado al escuchar esa voz comentar algo, una voz más calmada, más dulce.

—Esos siempre se las pasan molestando a todos, supongo que no es lo que esperabas para ser tu primer día—

—Ni lo digas, mi suerte por la vida se esfumo hace mucho tiempo, es normal que me pase a mí—, comenta tras agregar; ¿Cómo sabes que es mi primer día? — acaso lo ha visto antes, se pregunta, no, eso es imposible si se acaba de mudar solo hace unos días, ¿o no es imposible? No lo sabe.

—Llevo años estudiando aquí, si no te había visto es porque eres nuevo ¿No?, — comenta con una sonrisa divertida.

—Si tienes razón—, pero que estupidez ha dicho, si era lógico pensarlo, en ese instante levanta la cabeza considera que ocultarse ya no es una opción, al hacerlo se encuentra con esos hermosos ojos celestes, no había visto unos parecidos, con ese brillo, con esa claridad, el chico se pierde en su mirada.

La chica se da cuenta, rápidamente se sonroja y ahora es ella quien agacha el rostro para que no dé cuenta que aquello le ha producido cierto cosquilleo y se refleja claramente en su rostro. Sí que es guapo dice la chica dentro de sí.

Levanta el rostro nuevamente tratando de borrar aquella tonta cara rojiza que casi la delata, mientras continúan hablando de tal manera que lo que ha ocurrido hace un rato, ni siquiera lo recuerdan, aquello que comenzó siendo algo malo, sirvió para encaminarlos a aquella agradable conversación.

—Uy perdona que mal educada—, suelta ella de repente. Llevamos un buen rato hablando y ni siquiera me he presentado, mi nombre es Verónica—, dice mientras extiende su mano para darle ahora un saludo más formal.
—Mi nombre es Daniel mucho gusto, — comenta el chico que también extiende la mano. Y en ese apretón los sorprende la campana, todos de regreso a clase, una conversación que no saben si se repetirá, pero la cual han disfrutado mucho, tanto que el chico se ha olvidado de su comida.

—Ya voy a clases, ¿vienes?— Pregunta la chica algo tímida.

—Iré en unos minutos, no he probado mi comida y no quiero mareos ni nada parecido, — comenta divertido el chico.

La chica sonríe y se dirige hacia el salón, el chico toma unas papas y mientras la dirige hacia su boca piensa que fue todo eso, nunca había conversado de esa forma tan agradable con una chica, la verdad no recuerda haberlo hecho, no ha sido tan malo después de todo, pero lo que dijo aquel chico le ha dejado cierta curiosidad, “termínanos” quiere decir que hubo algo entre ellos, es extraño una chica como ella con un tipo así, y yo que pensaba que el mundo era demasiado extraño. Me sorprende cada vez más. Todo eso parece nuevo para Daniel, tendrá que andar con cuidado para no tropezar de nuevo con esos tres.

En otro lugar de la escuela.

No puede ocultar la sonrisa en su rostro, fue mejor de lo esperado. Hacía mucho que no se sentía así, espera no haberse notado muy interesada. No quiere parecer una loca obsesionada o como una niña lloriqueando por un helado. No sabe si volverá a repetirse, le agrada aunque no sabe hasta qué punto. Tampoco tiene intenciones de hacerse ilusiones. Demasiado tarde aquello está fuera de sus manos.

— ¡Hey Verónica, Verónica espérame! Exclama una chica—, viene agitada al tratar de alcanzar a su amiga. La chica se gira para estar segura de quien la ha llamado, aunque conoce esa voz a lo lejos.

—Sí que vas de prisa, te estoy siguiendo desde que ha sonado la campana— comenta la chica mientras se acomoda en sus rodillas para recuperar fuerzas. No le vendrían mal unos ejercicios. Pero por el momento tiene otras cosas en mente.

—Vamos no exageres, — comenta tras darle una palmadita en la espalda a su amiga. Ambas caminan hacia el salón. No comentan nada. Llegan al aula y su amiga suelta de repente:

— ¿¡Ya viste el nuevo!? ¡Está buenísimo!— Exclama mostrando todo su entusiasmo.

— Si, estuvimos conversando un rato en la cafetería, — comenta mostrándose desinteresada para que su amiga no se dé cuenta, por el momento no sabe lo que siente. Tan solo han hablado unas pocas cosas, aunque reconoce que lo ha disfrutado. No piensa hacérselo saber a su amiga sin antes estar seguro y más conociendo a su amiga seguro que se burlaría de ella por una buena temporada.

— ¿Y qué te ha dicho? ¿Tiene novia?— Pregunta la chica muy curiosa.

— No hablamos de eso, además tienes novio, no debería interesarte eso — comenta la chica tras unas carcajadas. La pregunta de su amiga le ha causado mucha gracia. Luego le cuenta lo que ha pasado en la cafetería.

—Tranquila nena, Max no tiene por qué enterarse, — dice la chica guiñándole un ojo. Su amiga no se lo puede creer, el primer día y esos tres ya lo tienen en la mira. Aún no comprendo cómo pudiste salir con ese chico.

— Shhh no me lo recuerdes, — dice la chica agachando un poco la cabeza.

— Pero tranquila, que este si esta bueno— Haciendo referencia al nuevo. —Creo que deberías… pero sus palabras son interrumpidas cuando la multitud entra al salón seguido del profesor.

— Shh silencio ya ve a tu sitio. —

— Espera que de aquí se tiene mejor ángulo eh — Dice esta mientras sonríe. Sabe cómo hacer enfadar a su amiga.

— Vete ya Lucy, — dice mientras se acomoda en su lugar. Ve su amiga alejarse. No entiende cómo puede hacer esos comentarios teniendo novio. Aunque no lo comprende quiere a aquella chica. Ella ha estado aun siempre que la ha necesitado. En la ruptura de su primera relación. Cuando se quedaron encerradas en el armario. Aquel día que se enfermó y ella pasó toda la noche con ella en el hospital. Se siente feliz de tener de amiga aquella chica, aunque con los años ambas han cambiado en diferentes aspectos. Lucy en su conducta y Verónica en lo físico y los comentarios de los chicos lo confirman. No le agradan esos piropos ya que todos van con un doble sentido pero no puede evitarlo. Tiene 16, 17 el mes próximo. Reconoce que la vida le ha dado un buen regalo. ¿Pero es el regalo que realmente quiere?

Pasan las horas y algunos cabecean a causa del cansancio. La campana suena y todos recuperan los ánimos para regresar a sus casas.

— Vamos, — dice Lucy acercándose por detrás.

Verónica termina de recoger sus cosas y su amiga la acompaña hasta el autobús. Lucy vive cerca de la escuela, solo camina unos minutos para llegar a casa. Sube al autobús y se pone algo nerviosa al notar que el único asiento disponible es al lado del chico nuevo. Tampoco es que no le agrade la idea de sentarse junto a él, es solo que cerca de él se pone aún más nerviosa. La chica se siente y rápidamente se pone los auriculares, play, cierra sus ojos olvidándose de su alrededor.

— Hey, oye, despierta. — El chico a su lado la mueve suavemente tratando de despertarla. El chofer le ha indicado que ella siempre se queda en esa parada. Al parecer el cansancio se le ha venido encima y eso que el primer día es el más animado, ¿no? Abre los ojos lentamente y se encuentra con el chico de frente, casi no puede respirar. El joven se aparta al ver que la chica se despertó. Mira rápidamente a los lados y comprueba que esa es su parada.

— ¿Una mala noche?, — pregunta el joven mientras bajan del autobús.

— No, la verdad no sé qué me ha pasado, escuchaba música y de repente te encuentro frente a mí. — Ops se le ha escapado esa última frase y no puede ocultar sus nervios.

El chico sonríe, no dice nada. Él no es el que suele iniciar conversaciones pero ya han conversado un buen rato en la cafetería. No pensó que volvieran a encontrarse, por lo menos no volviendo de clases. Pero allí están, caminan sin hacer ningún comentario. Ninguno sabe que decir. El chico va relajado. La chica algo nerviosa. ¿Por qué le causa esos nervios? ¿Por qué no puede controlarlos? Es solo un chico, uno más. Pero hay algo diferente en él.

— No sabía que vivías por aquí, suelta el chico de repente. —

— No lo preguntaste— dice la chica sonriendo. Le cuenta donde vive y como es todo por allí. El joven escucha, la observa atentamente sin perder detalle. Ella hace gestos con las manos tratando de dramatizar lo que le cuenta.

Él no sabía dónde vivía la chica, en cambio ella si sabía. Le había visto desde su ventana unos días atrás. Pero prefiere omitir eso y no contarle nada.

Allí es, se aproximan hasta la entrada de la casa de la chica. ¿Cuándo llevó a una chica a la entrada de su casa? Según recuerda nunca. Pero lo que hace ahora, lo hace confiado, como si estuviera familiarizado con lo que le rodea. Daniel no lo entiende. Se escucha el ringtone de un móvil. La chica busca en su mochila, saca su móvil y contesta.

— Hola—

— ¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Llegaste a tu casa?, — se escucha al otro lado de la línea.

— Bien, casi. — Dice mirando de reojo a quien la ha acompañado hasta su casa.

Después de unos minutos, cuelga. Lo siento, era una amiga. Me ha invitado a comer pizza, dice que van algunos de la escuela. El chico se queda en silencio, no sabe que decir, la chica tampoco dice nada. Tras unos pocos segundos la chica dice:

— Puedes venir con nosotros, si quieres. —

— Hm no lo sé, no me apetece comer pizza con el cretino de esta mañana. —

— Estoy segura de que él no está invitado, — dice la chica tras soltar una carcajada y reír por varios segundos.

— ¿Estas segura?—

— Que sí, hazme caso, además yo estaré allí para cualquier cosa— dice la chica mientras trata de que su bicep se eleve, y sin lograr su objetivo continúa con unas carcajadas.

El chico lo piensa, analiza si tiene algo que hacer esa tarde. Al parecer tiene el camino libre y así podrá relacionarse un poco más con las personas. No le apetece mucho pero quizás sea buena idea y su madre se alegrara de que en su primer día ya vaya a salir con “amigos” aunque totalmente desconocidos para él.

— Esta bien iré, responde sonriendo. —

— Bien, ¿a las 4:00PM?—

— Bien, dice el chico mientras se marcha. — ¡Gracias por acompañarme! Grita la chica mientras que él le hace un gesto de despedida con la mano. Ya han quedado, no está emocionado. Quizás debió negarse. No ¿Por qué razón?, solo será comer pizza, unas que otras charlas y ya. Todo irá bien. Se da ánimos mientras entra a su casa. Toma un gran respiro inhala y mientras exhala suelta por última vez, todo irá bien.

Capítulo 3

A unos metros de distancia.

Recostada sobre su cama. Cierra y abre los ojos. Trata de recordar todo lo que ha pasado en esa mañana. A pesar de que se quedó dormida le parece que fue una mañana excelente, mejor de lo que esperaba. Aunque no pierde las esperanzas de que el resto del día se ponga mejor. Sabe que a las 4 lo volverá a ver. No sabe que harán o sobre que conversaran solo sabe que lo verá y eso le basta. Pero no quiere dejarse llevar, sufrió mucho cuando estuvo con Richard. Indudablemente a juzgar por la primera impresión no se parecen en ningún sentido pero cuando conoció a Richard el tampoco parecía lo que es hoy.

Unos meses atrás en ese mismo vecindario.

Esta lista y algo ansiosa. Ha quedado con Richard a las 7:00PM. La ha invitado a cenar y extrañamente sus padres no se han negado. Observa su reloj que marca las 6:50PM.

— Hum porque no llega, — refunfuña. Lo sabe, han quedado a las 7, debe tener un poco de paciencia. Pero eso es imposible, es su primera cita y más con ese joven robusto y encantador que la ha invitado. Lo recuerda perfectamente.

Le tapa los ojos por detrás y dice —adivina quién es. —

La chica menciona varios nombres sin lograr dar en el blanco.

— Hum, me rindo, — contesta la chica exhalando.

— No, esa no es una opción, — comenta el chico tras unas pequeñas carcajadas.

— Vamos, por favor—

El chico quita sus manos. La chica voltea y su sorpresa es aún mayor al darse cuenta de que el chico que tapaba sus ojos es en el que no ha dejado de pensar en las últimas semanas. Pero eso no es todo. Extiende su mano y frente a ella una flor roja que este le obsequia. Se ha quedado boca abierta.

— Gra…Gracias, — dice la chica con el poco aliento que le queda.

— Para ti, — dice el chico con una sonrisa.

— Esta muy hermosa, — comenta mientras observa la flor que le ha obsequiado.

— Una flor para otra flor, solo que tú eres más hermosa, — dice mirándola fijamente.

No puede creer lo que está escuchando. Todo eso de repente, en unos instantes. Muchas emociones al mismo tiempo. Una situación en la que nunca antes había estado. Casi no sabe cómo reaccionar. Y aun tratando de volver en si escucha unas últimas palabras que llegan con el viento diciendo:

— ¿Te gustaría salir a cenar conmigo está noche?—

Esta soñando, daría lo que fuera para que alguien la pellizque en este instante. Aunque no quiere despertar, desearía que ese momento y esas palabras duraran para siempre. Si hay algo perfecto, para ella es lo que ha sucedido en esos pocos minutos.

— Al parecer todo fue muy rápido lo siento, entiendo si no quieres. —

— No, ¡No! Lo siento, estaba pensando algo. —

— Ah sí, dice el chico curioso, — ¿En qué? —

La atrapo, ahora que le dice. No lo sabe pero debe pensar en algo rápido.

— Que debo preguntarle a mis Padres para ver si me dejan salir contigo. — Uff que astuta.

— Ah, bien no hay problema, comenta el chico con una sonrisa. — Te dejo mi móvil y me llamas.

— De acuerdo. —

— Hasta luego. — Preciosa —

Se escucha el claxon de un coche. Observa por la ventana, es Richard. Sale de casa, camina hacia el coche.

— Luces hermosa. — Comenta el chico con sus ojos fijos en ella.

— Gracias. Dice la chica sonrojándose y agachando un poco el rostro.

— ¿A dónde iremos?— Pregunta ya en el coche.

— Ya lo verás. — Dice guiñándole un ojo y sin dejar de sonreír.

A metros de distancia.

Toc toc. Están llamando a la puerta. La madre de Daniel continúa en el trabajo por lo que le toca a él abrir. Mira el reloj que marca las 4. Ya sabe quién lo espera detrás de su puerta. Abre la puerta y allí están esos hermosos ojos celestes que lo saludan antes de que lo hagan las palabras.

— Hola Daniel—

— Hola Verónica, sí que eres puntual. —

— Bueno es que estoy tratando de borrar el mito de que las mujeres tardamos mucho. —

— Hum a estas alturas ya no es un mito. —

— ¿Ah no? ¿Entonces qué?— Pregunta la chica perpleja.

— Es… una realidad. — Contesta el chico mientras corre para que la chica no lo atrape.

— Ven aquí Daniel. No seas pesado. — Dice la chica mientras trata de atraparlo.

El chico se acerca hacia ella sonriendo para calmar un poco las ganas que tiene la chica de asesinarlo. Ambos jadean tratando de recuperar aliento.

— Sí que estas fuera de forma. —

— Ni lo digas, aunque tú no te quedas atrás. —

— ¿Qué dices? Solo estaba calentado. — Dice la chica mientras frunce el ceño.

— Si, como digas. — Comenta seguido de unas carcajadas.

Es hermoso verlo sonreír. Mientras más tiempo pasas con él, es como si se convirtiera en alguien distinto. Como si su alrededor, el viento, las nubes estuvieran alineados con él para darle ese brillo especial.

— ¿Nos vamos?— Suelta el chico de repente.

— Si, vamos antes de que se haga tarde. —

Se miran, sonríen y toman el camino hacia la pizzería. Caminan entretenidamente observando los alrededores. No dicen mucho, solo una que otras cosas sobre lo que ven. Aun esta soleado pero las nubes han comenzado a ponerse sobre el sol, será cuestión de tiempo para que baje la temperatura. Para Daniel es nuevo todo lo que ve, cuando salió con su madre no exploraron esas calles y no pensó que llegara a hacerlo con la que va a su lado. Han pasado media hora desde que salieron. Daniel se está cansando y no entiende que sucede. Verónica se ve algo tensa y tiene razones para estarlo. No puede creer que se haya perdido el primer día que sale con ese chico tan guapo, aunque en realidad no sea una cita. Saca un papel de su bolsillo y confirma la dirección mientras observa algunos letreros a los alrededores.

— ¿Sucede algo? —

Esas palabras penetran los nervios de la chica que de repente siente el corazón helado.

— No, no, estamos cerca. — Esas palabras no convencen al chico que se aproxima, toma el papel y la mira a los ojos.

— Verónica dime que sucede — ¿Nos perdimos?—

— Sí, eso creo. — Comenta la chica escondiendo el rostro totalmente avergonzada.

— Tranquila, todo estará bien. — Dice mientras la abraza y acaricia su espalda.

La chica recupera los ánimos y continúan con su búsqueda del lugar. Recorren algunas calles, observan letreros, preguntan a algunos de los que caminan por el lugar pero sin obtener resultados. La chica ya no sabe qué hacer y ha perdido las esperanzas. El chico descansa su espalda en una pared mientras apoya sus manos en sus rodillas. La chica no sabe qué hacer, cree que Daniel debe estar pensando lo peor, y no solo eso, si no lo peor de ella. La chica se acerca, se siente muy mal y lo menos que puede hacer es ofrecerle unas disculpas.

— Oye Daniel. — Este la observa inclinando su cabeza hacia arriba.

— Solo quería pedirte dis… — Verónica. La interrumpe el chico— Si sé que lo hice mal y no debí hacerte pasar por esto porque… — No, no, Verónica mira atrás de ti. Comenta señalando un letrero que dice Pizzería Express.

La chica sonríe y siente un gran alivio al ver que después de tanto, al fin han encontrado el lugar. Mientras caminan hacia el lugar la chica piensa. Quizás así son las cosas, llegan cuando dejas de buscarlas. Cuando piensas que ya no hay esperanza, la vida te sorprende. Y al ver los resultados.

Mirando al chico que ahora lleva aquella sonrisa que tanto le gusta ver piensa; Valió la pena.

Una vez dentro, la chica alza la vista tratando de ubicar a su amiga. No es un lugar muy amplio, pero sí muy higiénico y agradable.

— ¡Hey por aquí! — Se escucha una voz que proviene de una de las mesas del lugar.

— ¡Hey Lucy! — Saluda la chica mientras ambos se acercan hasta donde está la chica y alguien que le acompaña.

Después de saludarse, toman asiento. Daniel está totalmente desconcertado, nunca había ido a aquel lugar y ha empezado a ponerse un poco nervioso.

— Daniel esta es mi loca y mejor amiga Lucy, y este es Max su novio. —

— Hola mucho gusto, soy Daniel. —

— Es un gusto conocerte Daniel, — dice Lucy sin quitar la vista de él.

— Un placer conocerte, — concluye Max mientras estrecha su mano.
Todos se observan por algunos instantes, sonríen tratando de entrar en confianza. El ambiente se torna un poco más relajado. En las bocinas de aquel lugar suena: Call me maybe - Carly Rae Jepsen. Es una canción que se ha puesto muy de moda en esa zona. Los 4 a la mesa tratan de cantarla.

Hey I just met you
And this is crazy
But here's my number
So call me maybe
It's hard to look right at you baby
But here's my number
So call me maybe

Todos ríen a carcajadas y se pierden unas que otras miradas entre ellos.

— ¿Y dónde están los demás? — Suelta de repente.

— Hum no lo sé, deben estar al llegar. —

— ¡Que! ¿Vamos es una broma? Si ya casi está anocheciendo. —

— No se Verónica. Ya sabes cómo son, tal vez se perdieron. —

Esto provoca cierta vergüenza en la chica quien busca la mirada de Daniel, este se da cuenta y sonríe.

— Tienes razón, debió ser eso. ¿Y bien pedimos o qué? —

— Si pidamos. — Dice Max que está muriendo de hambre.

Lucy levanta la mano haciendo seña al camarero quien procede rápidamente a atenderles.

— ¿Qué desean chicos? —

— Queremos 2 pizzas grandes con jamón y peperoni. —

— ¿Algo para tomar? — Pregunta el camarero mientras anota la orden.

— Hmm que dicen chicos, ¿Soda? ¿Sangría? O ¿Qué? —

— ¿Agua? — Dice Verónica levantando la voz graciosamente. Ninguno puede resistir soltar carcajadas ante la ocurrencia de la chica.

— Unas sangrías caerían bien. ¿Qué dicen chicos? —

— Si me parece bien. — Comenta Daniel. Realmente nunca ha probado la sangría, pero no quiere pasar por tonto o aguafiestas.
Todos asienten, y el camarero se aleja. Allí están, sentados a la mesa. Conversan, ríen, hacen unas que otras bromas. Todo parece marchar bien, no es como esperaban. Ha ido mejor. Pero debido a que está anocheciendo no faltara mucho para que deban marcharse.

El camarero se aproxima hacia ellos con lo que han ordenado.

— He aquí dos pizzas grandes y 2 jarras de sangrías. — Los coloca en la mesa y se aleja.

— ¡A comer! — Dice Max con gran entusiasmo.

Daniel toma su sangría y mientras la dirige hacia su boca. Los observa a cada uno, ríen, se divierten. Para el son personas increíbles. Se pregunta ¿de esto se trata ser amigos? No lo sabe pero se siente alegre y no es solo por los tragos de sangría que ya se le han ido a la cabeza. Por primera vez en su vida no siente temor, no siente inseguridad. Como si hubiese nacido para estar allí con ellos. Observa a Verónica y no puede evitar sentirse agradecido por haberle invitado.

— Disculpen tengo que ir al baño, — indica levantándose de su silla.

— Voy contigo, — dice Lucy.

Mientras caminan algunos ancianos se les quedan mirando, sonríen sin un solo diente en sus encías y saludan.

— Que les pasa a estos, ¿Qué ya no se les fue la edad? —

— No seas mala Lucy, — dice mientras sonríe a carcajadas.

— Es la verdad, tuvieron su tiempo. Con la edad que tienen ya no dan ni para u… — ¡Lucy! — La interrumpe su amiga seguida de más carcajadas.

En el baño ambas retocan su maquillaje. Aplican un poco de labial y se recogen un poco el pelo.

— ¿Y cómo va tu conquista? —

— ¿Qué? Si te refieres a Daniel, no es mi conquista. — Observándola por el espejo de reojo.

— Ah no, pero si han venido juntos y todo. Además ¿No has visto cómo te mira? —

— Creo que estas exagerando Lucy. —

— Veras que el tiempo me dará la razón amiga, — comenta mientras le guiña el ojo.

Verónica suspira y comenta:

— Realmente las cosas han marchado bien y no quisiera arruinarlas por pensar cosas que puede que no sean así, Daniel es un gran chico y aún queda mucho que conocer sobre el ¿No crees? —

— Tal vez tengas razón pero si yo fuera tú, no esperaría tanto tiempo, no vaya a ser que venga otra y te lo quite. —

— ¡Lucy! — Exclama su amiga, —ni siquiera he dicho que me gusta. —

— Ah no, entonces ¿porque te has sonrojado al mencionarlo? —

— Eso no es cierto. — Claro que sí. — ¡Que no! — ¡Que sí! Lucy salpica con agua a su amiga, ahí tienes para que calmes las ganas. Comenta tras unas carcajadas.

— ¡No! ¿Qué haces? ¡Eres increíble! — Lo sé Nena, Lo sé.

— Ahh serás…. Concluye mientras se arma una guerra de agua entre ellas.

Da un último mordisco a su pizza y bebe un sorbo de sangría.

— ¿Y eres de por aquí? —

— Si, acabo de mudarme hace unos días. —

— Ah ¿y qué tal el lugar? —

— Bien, es muy agradable. —

— Me imagino, me alegro de que Verónica haya encontrado un chico como tú. Se ve que eres una persona genial. —

Esas palabras dejan perplejo a Daniel. No esperaba escuchar algo así.
— Pe. Pero que dices. Verónica y yo solo somos amigos. — Dice tratando de esquivar la mirada de Max.

— Ah lo siento, es que como llegaron juntos y todo eso, pensé que, ya sabes. —

— Si todos los que llegaran aquí juntos fueran pareja, como estaría este mundo. — Murmura Daniel casi inaudible.

— ¿Y tú de dónde eres? No te he visto en la escuela, — comenta Daniel.

— No, no voy a la escuela. Trabajo para ayudar a mi Padre y a mis hermanas. —

— Ah es que pensé que sí, porque Verónica me dijo que eran personas de la escuela. —

— Así es amigo, unos hacen cosas que otros no podemos. Y de la misma forma otros tienen cosas que los demás no pueden tener. —

Daniel escucha atentamente las palabras de Max. Pero la conversación llega a su final al momento que las chicas se dirigen hacia la mesa.

— ¿Cómo van chicos? —

— Bien, solo charlábamos un rato. —

— Se ha hecho muy tarde, tenemos que irnos. — Indica Verónica.

Todos se ponen de pie. Indican al camarero que traiga la cuenta. Se dirigen hacia la salida mientras se despiden.

— Un placer, nos la pasamos muy bien. — Comenta la pareja de novios.

— Nosotros también, espero volver a vernos pronto. ¡Hasta luego! —

Y así termina una tarde llena de emociones y recuerdos para todo el grupo. Los mejores momentos duran poco piensa Daniel, pues aquella tarde ha pasado volando. Lo bueno es que se han dado los números de móviles. Ha sido una tarde excelente, está feliz. Siente que al fin encontró su lugar.

La luna alumbra aquella noche oscura. La hora ha avanzado más de lo imaginado. A esa hora ya no hay autobús y no tienen para costearse un taxi. Les tocará resistir el frio de la noche y el peligro que asecha las calles. Sin pensarlo dos veces han cogido su rumbo a casa. Solo esperan que al llegar no les echen una buena bronca.

El viento sopla y la chica frota sus manos mientras las lleva cerca de su boca para calentarlas con el aliento. El chico la observa, como le gustaría tener un abrigo para ofrecérselo. Según ve el frio le afecta mucho más que a él. Decide empezar una conversación para así tratar de distraerla del frio.

— Oye Verónica, ¿Hace cuánto tiempo que vives en el vecindario? —

La chica desconcertada levanta el rostro y mira hacia el chico. Ella no esperaba esa pregunta, ¿Qué no se le ocurrió algo más inteligente? Bueno, tal vez no tiene experiencia en estas cosas. Hmm o estaré empezando a pensar mal. Vamos Verónica deja de pensar estupideces, seguro que solo tiene curiosidad.

— Aproximadamente 6 o 7 años, habían pocas casas cuando llegamos. —

— Oh ¿Y vives con tus padres? ¿A que se dedican? Perdón, pensaras que soy un preguntón, — comenta el chico tímidamente.

— No, descuida. Si, vivo con mis padres. Mi padre es médico y mi madre solo se encarga de la casa. Son un par increíble, los amo mucho. Aunque a veces me hacen enfadar hasta el punto que quisiera vivir sola. Frecuentemente vamos al parque juntos, cuando se lo proponen me hacen la chica más feliz. 

— Ops creo que me deje llevar y hable más de la cuenta Concluye diciendo la chica que ha notado que Daniel ha estado en silencio durante unos minutos.

Está muy oscuro y apenas se ven pequeñas cosas a causa de la poca luz de la luna que se filtra por los árboles que les rodean. La chica dirige su mirada hacia Daniel y nota que unas lágrimas descienden por su mejilla.

— ¿Da. Daniel qué te pasa? ¿Por qué lloras? — Pregunta la chica perpleja, no comprende nada.

Pasan unos minutos, ninguno de los dos dice nada. El chico suspira, y mientras seca sus lágrimas dice:

— A mí me hubiera gustado haber ido alguna vez al parque con mi familia, mi padre, mi madre juntos como una verdadera familia. —

— ¿Qué paso con tu Padre? No me digas que… Realmente lo siento. —

— No, no es lo que piensas. Mi padre se fue cuando yo era un niño. Se fue del país buscando mejores recursos para nosotros, hasta entonces no ha regresado y solo llama unas pocas veces al mes. Si me hubiesen dado a elegir, hubiera elegido tener menos y poder tenerlo a él. Desde entonces hemos sido mi madre y yo, pasaba todas las noches pensando en que quizás al día siguiente regresaría y estaría conmigo. Pero no fue así, despertaba y me daba cuenta de que no había regresado. Hasta que abandone mis esperanzas y me conforme con los pocos minutos que podíamos hablar por teléfono. —

La chica tiene miles de pensamientos en solo segundos, pero ninguna idea clara, no tiene palabras que puedan consolar a Daniel. Nunca ha estado en una situación similar, quisiera ayudarlo pero no sabe cómo, no quiere decir algo que pueda empeorar la situación.

— ¿Sabes qué? En días como este es cuando más lo extraño. Él me decía: “— Hijo, por más lejos que este siempre estaremos juntos, tal vez no físicamente pero cuando mires la luna, sabrás que ambos estamos debajo de la misma y eso nos mantendrá unidos—.” 

Recuerdo que solté el teléfono llorando mientras corría a encerrarme en mi habitación. —

La chica ya no puede más. Suspira y se lanza a los brazos del chico que ahora tiene su rostro cubierto de lágrimas. Lo aprieta con mucha fuerza tratando de servirle de apoyo ya que las palabras no son su mejor aliado en ese momento. El chico corresponde al abrazo dejándose caer sobre ella con sus manos en su espalda. El frio que azotaba la noche ha desaparecido con el calor de aquel cálido abrazo. Daniel seca sus lágrimas mientras se miran y sonríen. Ninguno de los dos se percató de que están justo en frente de la casa de Verónica.

— Muchas gracias Verónica, en verdad lo necesitaba. —

— Para eso son los amigos, — dice la chica sonriendo. —Gracias por acompañarme hoy. —

— Ya lo dijiste, para eso son los amigos, — comenta el chico más animado.

Se miran fijamente. La luna se refleja en sus pupilas, sus mentes están en blanco y aquel momento lleno de tensión. Ninguno de los dos sabe que pasa, solo saben que no quieren que aquel momento acabe. Es el chico quien tímidamente dice:

— Bueno, nos veremos mañana en la escuela. —

— Si, mañana nos veremos, hasta luego y gracias. —

El chico voltea y se dirige hacia su casa. La chica lo observa unos instantes, luego voltea y entra a su casa. Daniel piensa uff que tonto, ¿pero que iba a hacer? ¿Quedarme ahí toda la noche? El no entiende mucho de esas cosas. Solo sabe que ha sentido algo especial, algo que no le había brindado nadie más. Apoyo incondicional, mira hacia el cielo, da un gran suspiro y sonríe.

Capítulo 4

—Así que el nuevo ¿eh? —

—Sí, ¿y puedes creer que viva solo a unos metros de Verónica?

— ¿El destino? —
—Jajá no seas tonto. — Comenta la chica tras unas carcajadas 

— ¿Qué? Esta puede ser su oportunidad, sabes lo mal que terminó su relación con Richard. ¿No crees que sea su luz al final del túnel? —

La chica lo mira de reojo sin dar mucho crédito a lo que dice, aunque quizás pueda llegar a tener razón. Prefiere no pensar en eso. Pero ¿por qué no le agrada la idea? Lo sabe, muy dentro lo sabe. No quiere levantar sospecha así que decide seguirle el juego.

—Tal vez. — Dice guiñándole el ojo. A pesar de que su amiga le ha dicho que no tiene interés en el nuevo, hay algo que resalta por encima de eso, algo que tendrá que averiguar y que no tardará mucho en hacerlo.

La pareja conversa sobre como la han pasado esa tarde al momento que se dirigen hacia sus casas. Han decido caminar para tener algo así como un paseo romántico. Y es que la verdad no recuerdan cuando fue la última vez que compartieron una noche bajo la luna. Las cosas han cambiado para ambos en esos últimos meses.

El chico toma la mano de quien va a su lado, la cubre con ambas manos y exhala sobre ella al tiempo que nota que su mano esta helada. La chica esboza una sonrisilla, es una de las pocas en meses. El chico la mira y piensa ¿Cómo es posible que todo se le haya ido de las manos? Sabe que todo empezó a marchar mal cuando los problemas en casa fueron aumentando, cuando tuvo que tomar decisiones y abrirse paso como pudo. Sin quererlo descuido lo que es lo más importante para él y por mucho que trate ni él ni su relación con la chica que quiere están cerca de ser lo que era.

— ¡Mira! Ya han inaugurado el nuevo parque — Exclama la chica señalando hacia donde está ubicado.

— Si te apetece, vamos — Comenta el chico sonriendo. No lo hace frecuentemente pero con ella casi no lo puede resistir.

Ambos se dirigen hacia el nuevo parque ubicado a unas cuadras de la casa de chica.

— ¡Wow! —

— Sí que te sorprende —

— ¿Qué a ti no? — Comenta la chica tras observar de cerca todo lo que allí se encuentra. Es un parque realmente hermoso. Hay faros de luces a los alrededores, bancos, juegos para niños. La chica se acerca a la fuente para verla con lujos y detalles, cada cosa que ve la sorprende aún más.

Mientras la chica sigue en su deleite el chico se acerca con 2 vasos de chocolate caliente. — ¡¿Qué?! ¡Hasta chocolate! —

— Sí, lo vende una señora que está casi a la salida del parque — Comenta el chico tras una sonrisa.  

La chica le da las gracias y ambos se sientan en uno de los bancos. La pareja no dice nada durante unos minutos. Es el chico quien rompe el silencio y dice:

—Oye, quiero que sepas que… — Está lo interrumpe —Ya sé lo que vas a decir —. El chico esta perplejo, no se esperaba eso y menos el semblante tan distinto de la chica, nada parecido al de hace unos minutos.

—Sé que dirás que quisieras que las cosas fueran diferentes —

—Y sí, eso quiero. Quiero que todo esté bien entre nosotros —

—Ay por favor, estamos como estamos porque así lo quisiste tu—

— ¿Pero qué dices?, ¡Sabes que todo lo que sucedió estaba fuera de mis manos! —

— ¡Entiende de una vez que nadie cambia porque sí!—

Ambos se están alterando y la tensión ha invadido el lugar. Saben que si continúan pueden llegar a herirse y empeorar la situación más de lo que ya está. Deben calmarse pero en ese momento la chica solo siente rabia por todo lo que tuvo que aguantar esos primeros meses de tal drástico cambio. En cambio el chico siente una gran impotencia al no poder hacer nada para cambiar lo ocurrido.

Se miran con lágrimas en los ojos. Unas de tristeza, otras de rabia. Tratan de no comunicarse con palabras porque en ese momento ninguno puede pensar claramente. El chico hace caso a su corazón porque considera que es la única forma de hacerle sentir lo que él siente. Rosa sus mejillas al momento que seca sus lágrimas, se inclina hacia ella y ahí está un beso en los labios bajo la luz de la luna al tiempo que se escucha una suave melodía de un señor bajito con sombrero que toca la guitarra.

—Max…—

—Te quiero Lucy, te sigo queriendo como el primer día—

Una noche que será inolvidable para ambos, una noche de las muchas que han de venir, donde el chico sabe que siente amor. Sin embargo ella ya realmente no sabe lo que siente.

A metros de distancia

Abre y cierra los ojos tratando de conciliar el sueño pero le es imposible. Cuando llegó solo hubo unas pocas palabras entre su madre y él. A penas dio un mordisco a su cena. Pero ¿Qué lo inquieta? Lo sabe, sabe que quizás no fue lo mejor desbordarse así sobre alguien a quien tan solo acaba de conocer. Se levanta de la cama y se dirige al cuarto de baño. Se moja la cara y se mira frente al espejo y señalando su reflejo dice:

— ¡Eres un tonto! —

De repente se escucha un ruido en la ventana. Como si alguien arrojara una piedra. El chico se aproxima rápidamente hacia la venta y no puede creer lo que sus ojos ven.

— ¡¿Qué haces aquí?! —Exclama el chico. Que no comprende nada de lo que está viendo.

—Espera— Dice la chica con una sonrisa curiosa.

La chica se acerca y sin muchos problemas realiza unas maniobras y ya está en la ventana del chico.

—No mencionaste que trepabas —Comenta curioso el chico.

—Hay muchas cosas que no mencione —Comenta divertida la chica. La cual parece más confiada de lo normal. —¿Abres o qué? —

—Ah sí, lo siento —El chico abre la ventana que separa su cuarto del pequeño balcón. Ambos se sientan y es el chico quien aún perplejo por todo aquello procede a preguntar:

— ¿Y bien, me vas a decir qué se debe tu visita nocturna a las 1AM? —Pregunta el chico acomodando su cabeza sobre la verja.

La chica lo observa divertida. Lo nota tenso y presiente que algo le ha estado dando vueltas en su cabeza. ¿Tendrá que ver con ella?

—La verdad es que no podía dormir. Y por lo que veo tú tampoco. —

Si le dice que tampoco podía dormir posiblemente pregunte el por qué y la verdad que no podría decirle todo lo que ha estado pensando, ella no se lo tomaría para nada bien. Así que prefiere tratar de evadir el tema.

—Que dices, si me desperté por el ruido en la ventana—Miente. —Si descubren tus padres que no estás, sí que te echan una buena bronca. —

Su respuesta no convence para nada a la chica. Ella vio cuando él encendió la luz del baño. Pero tampoco piensa darle más larga a ese asunto. Sabe que eso no la llevará a ningún lado.

—No creo que lo descubran. No es la primera vez—Comenta la chica pensativa.

Y es que en el tiempo que estuvo con Richard se salió totalmente de sus cabales.

La chica se anima a contarle como empezó esa vida nocturna que ella frecuenta de vez en cuando. Aunque no pretende contarle todos los detalles. La chica le cuenta toda aquella travesía con gestos incluidos mientras que el chico escucha atentamente la gran hazaña que para él es una locura total.

—Yo no creo que me atrevería a algo así. —Comenta el chico algo más relajado.

—Yo tampoco creí atreverme. —Dice la chica con una sonrisa.

Ninguno dice nada por unos instantes. Ambos contemplan el cielo estrellado. Cuando de repente ven que una luz cruza rápidamente y desaparece.

— ¿Crees que si pides un deseo a una estrella fugaz pueda llegar a cumplirse? —

El chico había escuchado algunas cosas sobre estrellas fugaces pero nunca se había detenido a pensar en si podría llegar a ser cierto o no.

—Pues según lo que dicen si —

—Vamos, ¿crees o no? —

—Es que no lo sé. ¿Tú Si? —

—Sí—

—Oh, ¿Y qué deseo pedirías? —

La chica lo observa con una sonrisa en los labios y una mirada penetrante. Se acerca un poco y nota como el calor de momento va aumentando. El chico esta tan nervioso que apenas puede respirar. A diferencia de la chica quién parece haber seguido el consejo de su amiga. Están tan cerca que pueden sentir sus respiraciones. Y justo en ese momento. *Beep beep* Un mensaje acaba de llegar al celular del chico. Verónica resopla mientras Daniel confirma de quien es el mensaje.


“Amigo, realmente necesito alguien con quien hablar. Vente a mi casa mañana. Más abajo te dejo la dirección. Att: Max”.


Capítulo 5

Camina de un lado a otro, recapitula cada escena de lo que ha sucedido esa noche. No está segura de nada, actuó por impulso y ahora duda. ¡No! Se dice a sí misma, fue lo mejor, sabes que fue lo mejor se repite una y otra vez.

Se recuesta sobre su cama, toma el celular y entre su lista de canciones presiona “Aleatorio” buscando alguna que la calme, tras varios minutos empieza a desesperarse momento seguido presiona “Pausa”. No conecta con la música, siente que necesita silencio pero al mismo tiempo ruido.

Va a contactos y busca a esa persona que siempre ha estado con ella, con la cuál sabe que puede contar, en quien está puesta su confianza. “Llamando a Verónica” *Ring, ring*.

Tras varios intentos nadie responde del otro lado de la línea. Se siente sola totalmente. No tiene idea de donde habrá podido meterse su amiga, quizás duerma. Reflexiona.

Necesita algo que la aleje un poco de la realidad, se aproxima a su mesa y alcanza aquella tarjeta de hace un tiempo que dice “Bar & Lounge Eclipse”. De un brinco ya está lista, se maquillo para la ocasión. Luce una falda corta rojo vino, blusa negra y botas altas. Quiere sentirse libre pero sin dejar el glamour. Da un último retoque a su labial rojo y se pone en marcha.